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Tribuna
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Los números no cuadran

La balanza por cuenta corriente de España ha estado en números rojos desde 1999. A finales del primer trimestre de 2005 el Banco de España y el Fondo Monetario Internacional (FMI) informaban del empeoramiento de dicha balanza y los datos del segundo trimestre subrayan la tendencia. El objetivo de este artículo no es el de analizar el porqué de esta tendencia, sino compartir mi preocupación por lo que puede llegar a suceder si ésta continúa y también hacer una sugerencia.

En un escenario fuera de la Unión Europea y con la peseta por moneda, podríamos estar razonablemente seguros de que no se hubiera producido una situación equivalente, debido a que se hubiera procedido a una devaluación de la peseta, con el consiguiente incremento de la inflación y posible incremento de los tipos de interés.

En cada caso, podría vaticinarse una eventual desaceleración controlada del crecimiento económico o posible crash financiero y un periodo de recesión económica, que forzosamente corregirían el desequilibrio en la balanza por cuenta corriente.

Hoy, nuestra economía está creciendo, el consumo interno está fuerte y no hay indicios de reducción en el gasto público. En parte, parece que nada está pasando. Puede ser que el creciente desequilibrio de la cuenta corriente en la economía estadounidense nos esté dejando con una lectura errónea. Sin embargo, los dos casos no son comparables debido a que el resto de los parámetros socio-económicos y estratégicos no son coincidentes.

Por otro lado, parece que los demás europeos, o no lo saben o bien no les importa que vivamos por encima de nuestra capacidad adquisitiva. La Unión Europea se ha limitado a advertirnos sobre el recorte de fondos de cohesión.

Cuando un colectivo vive por encima de sus posibilidades y entra en un desequilibrio en la balanza por cuenta corriente, lo interesante sería que se estuviese invirtiendo más en educación, en I+D, en bienes productivos de última generación, infraestructura, etcétera. Es decir, capacitar a la sociedad de cara al futuro para vender más productos y servicios y obtener rentas. Si considerásemos que el desequilibrio arriba aludido es dinero prestado, pensaríamos desde ahora mismo en su devolución sin causar estragos económicos, aunque podría eximírsenos de dicho reembolso si la economía mundial precisara mantener el euro como reserva complementaria al dólar americano.

No obstante, no consideramos la entrada masiva y descompensada de bienes y servicios como una deuda, debido a que la Unión Europea, en lo que se refiere al euro, tiene una contabilidad consolidada y por el momento esta cuenta está en positivo.

En este sentido, nos sirve pensar en cada país europeo como en una megarregión de un gran país. Dentro de esta megarregión, para retener ahorros, invertirlos de forma sistemática, atraer inversiones e investigación científica y hacer patente nuestra capacidad creativa, tendremos que aportar un terreno fértil donde elementos como coste, calidad, diseño, funcionalidad de productos, servicios y demanda de toda índole se combinen de modo atractivo para permitir inversiones bien razonadas, una proyección de ventas sólidas y un crecimiento sostenido del empleo.

Si falla uno de los elementos aludidos en relación con las demás megarregiones europeas, perderemos nuestra competitividad y, con ello, nuestra capacidad de crear o mantener empleo en el futuro.

En conclusión: el desequilibrio actual en la balanza por cuenta corriente dentro del marco de la Unión Europea va a repercutir paulatinamente en nuestro Estado del bienestar, lo que en un principio nos favorece si nuestro elevado consumo se dirige hacia inversiones con una expectativa de mayor competitividad y versatilidad en la capacidad productiva. En caso contrario, estaremos malgastándolo y el desempleo crecerá irremediablemente. La carga social consecuente en todas sus vertientes nos supondría un grave problema. En cada país, y dentro de la Unión Europea, hay y habrá en el futuro regiones más dinámicas y desarrolladas y otras más deprimidas. Nos incumbe a todos y cada uno de nosotros el determinar el destino de nuestra propia sociedad.

Por lo tanto, sería conveniente que reexamináramos de forma transparente el desarrollo de los rasgos fundamentales de nuestra economía, y debido a que por el momento nuestros Gobiernos carecen de herramientas monetarias afinadas para emprender medidas correctivas, tanto a nivel de España como de la Unión Europea, tendremos que autocorregir en caso necesario la naturaleza de nuestro consumo e inversiones privadas.

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