'Copyleft', la creatividad digital emergente
La Enciclopedia Británica tiene desde hace un par de años competencia que le hace sombra, se llama Wikipedia. Una enciclopedia escrita en internet por miles de personas que colaboran voluntariamente. Con más de 600.000 entradas en la versión inglesa (60.000 la española), es varias veces más grande que la anglosajona. Cualquiera puede contribuir en ella. Un usuario escribe un artículo, otro lo modifica y un tercero vuelve a rescribirlo.
Hace unas semanas la National Portari Gallery de Londres pidió a la Wikipedia que retirasen una foto que había en el artículo sobre Shakespeare. El cuadro, pintado hace cuatrocientos años, se exhibe en la pinacoteca, y aunque la Wikipedia carece de ánimo de lucro, el museo no quiere que usen esta imagen del escritor. Es un ejemplo entre muchos de los excesos del copyright y los derechos de autor que impiden la creatividad de los ciudadanos a través de internet, dicen algunos.
Esta es una de las críticas principales lanzada desde las jornadas Copyfight celebradas en el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), un evento que ha reunido a lo más granado del copyleft, un movimiento heterogéneo que aglutina desde aquellos que pugnan por acabar con el copyright y cualquier vestigio de la propiedad intelectual, hasta quienes solicitan una flexibilización de estas leyes. Un copyright que permita la creatividad de los usuarios y les dé margen para utilizar la cultura, copiarla y remezclarla. Ya sea un adolescente que hace una remezcla de un tema de Alejandro Sanz y la distribuye en internet, un padre que prepara un documental de Disney para sus hijos, o un colaborador de la Wikipedia que toma una foto.
La BBC o el MIT han publicado materiales en internet, dando permiso a los usuarios para que los usen a su antojo
'¿Qué hay de la gente que produce, que es creadora, qué margen deja el copyright para ellos?', critica James Wales, el fundador de la Wikipedia durante su intervención en las jornadas.
'Hemos presenciado un cambio en la tecnología que reduce el coste de crear e incrementa las posibilidades de ser creativo', explica Lawrence Lessig, profesor de la Universidad de Stanford y fundador de la organización Creative Coomons, sin embargo, 'todas estas nuevas oportunidades son ilegales con las leyes de copyright actuales', critica . Y esto porque se ha producido una 'reacción de la industria del entretenimiento para controlar esta revolución y para pararla', sentencia.
Por esnobismo o convicción, lo cierto es que este movimiento, levantado hace menos de un lustro, cuaja poco a poco. A él se han arrimado músicos descontentos, tecnólogos, expertos del derecho, artistas radicales, hay incluso grandes instituciones como la BBC o el MIT que apuestan por este modelo. Ambas instituciones han publicado en internet grandes cantidades de material dando permiso a los usuarios para que los copien y usen a su antojo.
Ahora resulta esencial recuperar el equilibrio que la ley de copyright mantenía entre los autores y los ciudadanos, defiende Lessig, uno de los principales baluartes de este movimiento. Buscar un modelo económico 'que ampare la remuneración de los autores sin desmantelar las posibilidades de que los usuarios sea creativos'. Pero no corren buenos tiempos para cambios revolucionarios como éste, y Lessig es pesimista: 'es duro pensar que en 10 años habrá cinco compañías que controlarán cómo puede crearse la cultura'. Es cuestión de tiempo comprobar si tiene razón.
Copyright o innovación
La extensión del copyright promovida por la industria del entretenimiento (discográficas, editoriales, productoras de cine, etc.) acabará por limitar seriamente la innovación tecnológica, critica Lawrence Lessig. La batalla judicial contra la tecnología de las redes P2P de intercambio de archivos es un ejemplo significativo, porque el control judicial que sufre la tecnología 'crea incertidumbre' entre quienes la desarrollan, y obliga a los innovadores a 'gastar su dinero en los tribunales defendiendo los usos legítimos de sus desarrollos'. Esto significa que habrá muchas innovaciones que por miedo no lleguen a los usuarios, dice Lessig. La batalla está abierta.