El terrorismo y los números
La lectura común, prácticamente única, sobre la respuesta de los mercados ante los atentados de Londres ha sido que el terror está ya asumido por las Bolsas. Es una fatalidad más. Razones no faltan, puesto que la repetición de atentados ha terminado por acostumbrar a la sociedad. Los medios de comunicación tienen ya engrasada la máquina para hacer frente a los despliegues informativos, los inversores conocen de antemano los movimientos que experimentará el mercado y los ciudadanos sólo acierta a decirse a sí mismos 'otra vez'.
Este hecho, el que la sociedad se tome los atentados como una catástrofe que viene y se va para regresar de forma inopinada, cual tormenta veraniega, tiene interpretaciones ambivalentes. Es, desde cualquier punto de vista, trágico, que las personas asuman como normal que la gente sea asesinada por ir a trabajar. Pero también es la señal definitiva de que este tipo de ataques, por muy impactantes que sean, no van a parar la maquinaria económica. Lo lograron después de 11 de septiembre, pero hubo ni en Madrid ni habrá en Londres habrá una crisis provocada por el pánico al terror.
Hoy por hoy los mercados pagan una cierta prima por terrorismo. O al menos eso es lo que dicen los analistas. Que ya estaba en el precio y por eso el atentado no cotizó. La Bolsa ya lo sabía. Ahora, no obstante, sabe otra cosa. Sabe que, en los fríos términos que dicta la economía, el tiempo de recuperación, a efectos de mercado, después de un atentado es de unas pocas horas. ¿Es, entonces, posible, que el ataque de Londres disminuya dicha prima por riesgo terrorista al sugerir que ese riesgo no es tan dañino para el mercado? Puede que sí, y de ahí la inquietante imagen de la Bolsa de Londres subiendo mientras la ciudad busca a sus muertos.
La rueda bursátil no da opción a las emociones. No la dio el 11-S, ni el 11-M, ni el jueves pasado. Ni hace 10 años cuando fueron asesinadas 8.000 personas en los bosques de Bosnia. Se trata de números y de dinero. Nada más.