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Columna
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Consejeros para aconsejar

El ministro de Economía, Pedro Solbes, anunció el pasado mes de abril en la convención anual del Instituto de Consejeros-Administradores que el Gobierno quiere elaborar un nuevo código de buen gobierno 'que cree incentivos para que los consejos sigan ese camino, más allá de la buena (o menos buena) voluntad de sus integrantes'. Una de las vías para conseguirlo es la de nombrar consejeros realmente independientes en las empresas cotizadas que sepan defender los intereses de los accionistas tanto de los grandes como de los pequeños, que son los mayoritarios.

Las principales cuestiones que deberá plantearse un consejero independiente es tratar de conocer esos intereses y disponer de la adecuada información para evaluar la eficiencia de la gestión, asegurarse del buen cumplimiento de las normas de contabilidad, de que se da una imagen fiel de la realidad y analizar a fondo los resultados de la auditoría. También deberá tener un método para defender esos intereses y las expectativas asociadas. Para ello ha de ser consciente de que ha de saber intervenir, discrepar o consentir, hacerse escuchar y en consecuencia aconsejar porque, aunque parezca una obviedad, creo que ésta es la característica fundamental del papel del consejero.

Es algo que experimenté de forma práctica durante la etapa en la que formé parte del consejo de la Corporación Catalana de Radiotelevisión en una época en la que, en mi opinión, se logró superar la tradición de lucha político partidista que parecía haber presidido la vida de ese órgano de administración. Lo conseguimos un grupo de personas que pudimos superar el típico juego de posiciones irreductibles a las que conducen las prácticas políticas al uso.

Naturalmente, el interés de un accionista es que se le dé una rentabilidad adecuada a su inversión, que se mide por la capacidad de generar beneficios sostenibles, tanto a largo como a corto plazo. Una empresa es como un edificio que para mantenerse y ser operativo debe apoyarse en una estructura con unos pilares sólidos. La capacidad de generar beneficios y, por tanto, asegurar la suficiencia económica y financiera, es el principal pilar de la gestión de una empresa, pero no el único. Para ser realmente sostenible debe complementarse con una estrategia bien definida, una arquitectura organizativa adecuada a la actividad y a los objetivos, y con un buen sistema de liderazgo y motivación de todo el equipo humano.

En consonancia con ello, pienso que un consejero independiente debe tener una experiencia, logros probados y, sobre todo, visión. Recalco esa cualidad de saber ver el conjunto porque creo que uno de los problemas de los ejecutivos y gestores es la presión del día a día, una presión que hace que en muchos casos los árboles no les permitan ver el bosque. Tener visión no significa saber percibir únicamente la realidad del momento sino que exige ampliar el alcance para ayudar a la empresa a anticiparse a los acontecimientos del futuro, de un futuro que siempre tiene rasgos predecibles cuando sabemos encontrar el camino de la planificación. Tener visión también supone situarse en una posición de neutralidad imprescindible para poder resolver y superar los posibles y lógicos conflictos entre accionistas y responsables de la gestión.

Para completar el cuadro de la tarea del consejero independiente creo que no debemos olvidar que las empresas hoy en día son uno de los motores de la generación de riqueza y de bienestar de los ciudadanos de nuestro entorno. No puede ser un tópico afirmar que la función social de la empresa es un requisito indispensable para el buen funcionamiento de nuestra economía y de nuestro país. Las empresas son sistemas vivos formados por personas que no sólo se deben a sus clientes, a sus empleados y a sus proveedores y colaboradores, sino que deben trabajar para la sociedad. En este sentido el respeto de las reglas del juego del buen gobierno, de la ética, de la transparencia en la información económica y general y de la responsabilidad social corporativa son imprescindibles. Conseguir que ese último concepto no genere escepticismo e incredulidad es un importante reto que se nos plantea a las personas que tenemos el privilegio de ser consejeros independientes.

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