El precio del bono, enigma o burbuja
Cuando los precios de la vivienda alcanzan niveles que no podemos comprender, lo llamamos burbuja. Cuando los precios de los bonos alcanzan niveles que no podemos comprender, lo llamamos enigma'. La cita, recogida por una comentarista de Bloomberg, hace referencia a la suerte de doble moral de la comunidad inversora.
Así, mientras el mercado de Bolsa, o el de los ladrillos, tiene la imagen de estar sometidos a los caprichosos cambios en el ánimo colectivo, la renta fija es como el hermano mayor. Más serio, más aburrido, más racional y totalmente eficiente. Y todo porque está operado por inversores institucionales que, según un modo de pensar un tanto clasista -y equivocado visto lo ocurrido de 1996 a esta parte-, son más listos que el resto de los mortales.
Así que si los precios del bono no son coherentes con las perspectivas económicas, con el precio del dinero en el corto plazo o con las valoraciones de otros activos, el problema no puede, por definición, estar en el mercado de bonos, sino que está en el análisis, en la lectura de la situación. Así que en vez de burbujas tenemos enigmas. O, usando la palabra inglesa que puso de moda Alan Greenspan, conundrum.
Comentaba ayer un gestor de carteras que no entiende lo que pasa en el mercado. 'Va muy deprisa. La Bolsa debería haber corregido hace tiempo pero no lo hace. El precio del bono hace que la renta parezca barata, y soportaría una Bolsa mucho más cara, pero es que este mismo precio del bono señala un escenario económico malo'.
La cuestión del conundrum no es baladí. Si se asume que lo que pasa en los bonos no es, no puede ser, una sobrevaloración sino que se zanja el tema con la palabra enigma, se da por bueno el precio de este activo. Partir de esta base puede llevar al inversor a errores de valoración caros, pues los operadores de bonos, como todo el mundo, a veces se equivocan.