La Reserva Federal y los ecos de 1994
Las cosas no suelen ser perfectas. Sólo a veces lo parecen, y esas veces más vale poner las barbas a remojo. El viejo dicho de que no hay mal que por bien no venga solamente refleja la eterna obligación de elegir entre males menores. Hoy por hoy anda el mercado preocupado a cuenta del aplanamiento de la curva de tipos, que es la forma técnica de decir que, a juzgar por los precios que se pagan por la deuda, las expectativas económicas a medio plazo se han enfriado de un mes a esta parte.
Este problema, que trae de cabeza al mismísimo Alan Greenspan, ha contribuido sin embargo a mitigar otro miedo del mercado, como era la repetición de lo ocurrido en 1994. Entonces a la Reserva Federal se le fue la mano en las subidas de tipos de interés y provocó un estallido en los precios de los bonos con nefastas consecuencias para los mercados, para países emergentes y, en menor medida, para el crecimiento. El eco de 1994 ocupaba buena parte de los informes de estrategia de las grandes firmas de inversión hace medio año. Ahora el alto precio alcanzado por los bonos -y los bajos tipos de interés- refleja que los inversores se mueven ahora en un nuevo escenario. En un contexto como éste es mucho menos probable que la Reserva Federal se pase de frenada a la hora de subir los tipos, que es lo que ocurrió hace 11 años. Se quedó por detrás de la curva, como se dice en la jerga financiera.
Lo uno por lo otro. Menos miedo a los tipos pero más miedo al crecimiento. Al fin y al cabo, la economía trata por definición de asignar recursos que son escasos, y cuando el escenario cambia se pueden aprovechar unas cosas pero se ha de renunciar a otras. A efectos bursátiles el contexto actual es mejor que el de hace dos meses, y por eso, además de por la debilidad del euro, las Bolsas están en máximos. Pocas cosas teme más el mercado que un dinero demasiado caro. Luego habrá que ver en el medio plazo hasta dónde llega el enfriamiento que están cotizando los bonos.