Luces y sombras en la Agencia Tributaria
Próximo a concluir el plazo para presentar las declaraciones del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF), podemos constatar que, un año más, la campaña de renta de la Agencia Tributaria alcanza la excelencia.
Alcanzarla tiene mérito pues indudablemente se trata de una campaña con notable dificultad, de la cual los números proporcionan una cierta idea. Es una campaña con 21 millones de declarantes y 16 millones de declaraciones, que mueve más de 15.000 millones de euros, en la que participan miles de funcionarios y personas contratadas al efecto, previamente preparadas, y que se desarrolla en decenas de miles de puntos de atención y recogida de declaraciones -delegaciones y administraciones de la Agencia, oficinas tributarias de las comunidades autónomas, así como la red de sucursales de bancos y cajas de ahorros-.
Coordinar adecuadamente todos estos medios exige una logística muy precisa en la planificación, ejecución, seguimiento y resolución de incidencias de la campaña, tareas todas en las que la Agencia Tributaria ha adquirido una experiencia inigualable.
Lo relevante de un plan contra el fraude fiscal es cómo se aplica y, sobre todo, los resultados que ofrece
Pero es que además en la campaña de renta la Agencia ofrece a los contribuyentes una amplia, variada y eficaz gama de servicios de ayuda para facilitarles al máximo el cumplimiento de sus obligaciones. Año a año se han ido consolidando y perfeccionando el servicio de atención telefónica, el de cita previa, el programa Padre, las declaraciones por vía telemática, las devoluciones rápidas para los no declarantes o el envío de un borrador de declaración para su confirmación por el declarante. Este año, como novedad, la confirmación ha podido hacerse incluso a través de un mensaje de móvil.
En definitiva, puede afirmarse que las campañas de renta de la Agencia Tributaria son ciertamente modélicas. Seguramente para la generalidad de los españoles esta circunstancia es conocida, pero convengamos en que no está suficientemente reconocida.
Sucede además que con el paso del tiempo, el interés y la cobertura informativa sobre las campañas ha ido decreciendo de modo inversamente proporcional al proceso de mejora y perfeccionamiento en su desarrollo. El tratamiento informativo era más intenso en aquellos años en los que la imagen asociada a la campaña eran las largas colas en las delegaciones de Hacienda. La explicación es sencilla: es noticia que un dóberman ataque a un niño, en tanto que no lo es que a diario miles de golden retriever ayuden a cruzar la calle a los invidentes.
Sin embargo, no todos los ámbitos de actuación de la Agencia Tributaria merecen el mismo nivel de elogios. Recordemos cómo su director declaraba en los días posteriores a su nombramiento que 'contra el fraude fiscal se puede hacer más y mejor', anunciando la elaboración de un nuevo plan contra el fraude. A los pocos días, los lectores de periódicos, los oyentes de radio y los espectadores de televisión empezaron a leer, escuchar y ver múltiples noticias que informaban de modo prolijo sobre el proceso de elaboración del citado plan: número de reuniones internas y de funcionarios asistentes, de reuniones externas y organizaciones participantes; número de accesos y de sugerencias realizadas a través de la página web de la Agencia...
Transcurridos unos meses y ya finalizado el plan, de nuevo se pudo leer, escuchar y ver con profusión noticias sobre el contenido del plan: que su objetivo era aumentar la eficacia y la eficiencia en la lucha contra el fraude, que establecía nuevas líneas estratégicas de actuación, que reorientaba los métodos y procedimientos de control, que definía medidas de tipo organizativo, normativo y procedimental.
Pues bien, a primeros de año comenzó la ejecución del plan y las informaciones sobre el mismo han desaparecido. Ni se leen, ni se escuchan, ni se ven noticias al respecto. Y es evidente que para los ciudadanos lo relevante de un plan contra el fraude fiscal no es ni cómo se hace, ni lo que dice, sino cómo se aplica y especialmente los resultados que proporciona.
En consecuencia, es deseable que la Agencia Tributaria supere este déficit de transparencia y proceda a informar periódicamente de cómo marcha la aplicación del plan. A título de ejemplo, y respetando su propia terminología, podría informar sobre cuál es el 'incremento de las actuaciones in situ', el número de ocasiones en las que 'se ha anticipado la respuesta a la conducta fraudulenta', aquellas en las que se ha logrado 'la detección precoz del fraude', las veces que se ha descubierto la 'utilización de figuras negociales anómalas', o el número de 'actuaciones coordinadas entre los órganos liquidadores y los de recaudación'. En todo caso, y en último término, debe explicitarse la dimensión del fraude evitado o corregido, y debe hacerse en euros, pues es la única unidad de cuenta seria al respecto.