Madrid, Londres y el futuro europeo
Más allá de infructuosos debates sobre política monetaria o sobre el escaso crecimiento de la UE, los líderes europeos tienen la oportunidad en la cumbre de la semana que viene de recuperar parte de la confianza perdida en el proyecto de integración europea. Tras el descarrilamiento de la Constitución, los 25 se reúnen en Bruselas para intentar pactar su aportación a las arcas comunitarias de 2007 a 2013, así como los criterios de reparto de esos fondos comunes. Como tantas veces en la historia de la Unión, una crisis puede servir de acicate para que los socios superen sus diferencias en una negociación muy complicada. Y un acuerdo presupuestario sería la forma más eficaz de reforzar la confianza de los ciudadanos europeos sobre el futuro de la Unión.
Hace sólo dos semanas, el pacto presupuestario se consideraba inalcanzable, sobre todo tras el adelanto de las elecciones en Alemania. Pero de los noes de Francia y Holanda ha surgido la necesidad apremiante de consenso. Los primeros ministros no pueden dejar escapar esta oportunidad. Los ciudadanos, los mercados y los socios internacionales encajarían muy mal un nuevo tropiezo, que alentaría las dudas sobre la capacidad de alcanzar acuerdos en una UE con 25 miembros.
El acuerdo podrá ser a la baja (la última propuesta habla de un gasto máximo anual del 1,07% de la renta bruta comunitaria, lejos del 1,24% que permite el Tratado). Pero la actual falta de entusiasmo por el proyecto europeo no permite aspirar a más, y la situación sólo puede empeorar si las negociaciones se prolongan.
Las demandas de España y Reino Unido son los principales escollos. Madrid admite una pérdida considerable de fondos, pero necesita garantías de que en todo el periodo 2007-2013 no se convertirá en contribuyente neto. Londres quiere seguir recibiendo el cheque británico, aunque Tony Blair parece dispuesto a aceptar su congelación. La presidencia debería satisfacer a ambas delegaciones y cerrar un acuerdo que dará a la Unión la estabilidad presupuestaria que necesita para superar su crisis de identidad política.