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Columna
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¿Qué significa una Europa más social?

Tal y como venían cantando las encuestas, el no venció en Francia. Tras una participación histórica, los franceses decidieron rechazar el proyecto de Constitución europea, en la que tanto se había implicado personalmente el propio presidente Chirac. ¿Las razones? Doctores tiene la Iglesia para justificar el resultado, pero los análisis más insistentes apuntan hacia un hartazgo general de los franceses en todo lo que sonara a la política que sus Gobiernos venían apoyando. La extrema derecha porque entendía que Europa atentaba contra la identidad de la nación francesa y favorecía a la inmigración, mientras que amplios sectores de la izquierda consideraban que la Constitución europea estaba hecha a medida del neoliberalismo globalizador y contra los derechos sociales.

El caso es que gran parte de la izquierda, y toda la poderosa extrema derecha han coincidido en algo: decir un rotundo no. Ambos bloques reclaman para sí la victoria, mientras que Chirac afirma que defenderá enérgicamente lo expresado por los franceses. El problema radica en discernir qué es lo que han dicho. ¿Una Europa más de izquierdas? ¿Más de derechas? ¿Detener el proceso europeo? No es fácil responder. Probablemente debamos sacar una única conclusión. Los europeos quieren una Europa para los europeos, y no una entelequia teórica que ni entienden ni de la que se sienten activamente partícipes.

Independientemente de las razones internas de cada país, los responsables europeos han hecho muy poco, por no decir nada, por acercar el debate de Europa a los ciudadanos. Una élite de eurodiputados y eurofuncionarios, muy bien pagados, confabulan en su lejano palacio de cristal para parir una extraña Constitución a espaldas de los ciudadanos. En muchos países ni siquiera se pensaba llevarla a referéndum.

Los europeos no entendemos la Europa que construimos, ni nos sentimos representados por su instituciones, que sólo parecen cosas de los políticos. ¿Cómo pretenden que se apoye un proyecto del que se desconoce casi todo? Es normal que la gente vote cualquier cosa, si desconoce lo que se le ofrece.

Y para muestra, un botón. En España el sí ganó sin pena ni gloria, en un referéndum con bajísima participación. Aquí tampoco se votó a Europa. El PP estuvo muy frío, porque pensaba que un fracaso dañaría al partido del Gobierno, y los socialistas se echaron a la calle para movilizar a sus más fieles. Los intereses internos, las fobias y las filias fueron los principales estímulos de voto.

Francia dijo no, y es probable que Holanda también lo diga en la votación de hoy. Pero ya da igual. Sin Francia, el proyecto de Constitución ha muerto. Los españoles le pusimos velas a un santo que no existía. Y la verdad, enterraríamos este muerto sin pena alguna. Es un cadáver de alguien al que desconocimos. Pero no nos preocupemos, Europa seguirá hacia adelante. No sabemos cómo, pero seguirá. El no francés, más que un rechazo a lo europeo, es un voto de castigo al sistema político vigente, en Francia, y en la mayoría de los países europeos, donde los ciudadanos somos meras marionetas en manos de los partidos políticos, únicos agentes del poder. Ojalá este resultado sea interpretado como una feroz crítica al secuestro de la democracia ciudadana en la que vivimos resignados.

El rechazo a la Constitución no debe tener un coste económico. Puede que el euro se debilite algo y eso sería casi una buena noticia para nuestro golpeado sector exterior. La economía, ya floja de por sí, no notará este rechazo, más allá del desencanto creciente. Las repercusiones a corto plazo, más que económicas, serán políticas. ¿Qué significa la Europa más social de los del no? ¿Subir los impuestos, estimular el déficit, incrementar el peso del sector público? Deberían aclararlo, ahí sí que nos jugamos mucho. Los socialistas europeos serán los más afectados por esta duda. ¿Qué harán? ¿Cómo reforzar lo social de una Europa que pierde competitividad por momentos?

La idea de Europa fuerte es divergente del fuerte nacionalismo que suele acompañar a los partidos de derechas. También ellos tendrán que decidir si quieren más Europa o más Estado-nación. Y mientras, la casa sin barrer.

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