Un error sin solución

Si el escándalo de Enron conmovió los cimientos de la actividad empresarial en todo el mundo, hasta llevarse por delante a la prestigiosa y casi centenaria auditora Arthur Andersen y sus 28.000 empleos, la decisión anunciada ayer por el Tribunal Supremo en Washington no debería causar menor impacto. El alto tribunal de EE UU ha revocado -por unanimidad- la declaración de culpabilidad dictada en junio de 2002 contra Arthur Andersen, que estimaba que la compañía había destruido documentos de Enron ante el inminente colapso de esta. Es un serio revés para el Departamento de Justicia de EE UU, porque el caso de la auditora representó su primer proceso importante como parte de la investigación del caso Enron y sus esfuerzos para combatir el fraude empresarial. Pero sobre todo es un ejemplo más de lo peligrosos que pueden llegar a ser los vaivenes judiciales en la actividad de las empresas. Y no digamos los errores.