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Tribuna
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Los retos inmediatos de nuestra economía

La contabilidad nacional, como cualquier método de contabilización, se basa en una serie de definiciones y criterios que son periódicamente revisados. En el entorno de la Unión Europea, con la evidente integración económica y monetaria y la existencia de un presupuesto común, los principios que rigen esta contabilización han de estar perfectamente armonizados. En este sentido, el Instituto Nacional de Estadística ha creado la base 2000 que implica algunos cambios conceptuales y estadísticos.

La repercusión más inmediata es que, al introducir nuevas actividades en la base de contabilización e incluir la actividad económica adicional motivada por la llegada de inmigrantes, el valor del PIB aumenta su valor y su tasa de crecimiento desde el año 2000 hasta la actualidad.

En cambio, la renta per cápita se mantiene a un nivel muy parecido pues el aumento de la actividad contabilizada es prácticamente compensado por el aumento de la población.

Este aumento del PIB tiene algunos efectos negativos sobre la economía española, sobre todo al aumentar la cuota que deberá pagar el Estado español a la Unión Europea. Este hecho acrecentará el efecto de uno de los problemas más graves a que se enfrentará nuestra economía en el futuro inmediato. La reducción de los fondos procedentes de la Unión Europea van a convertir pronto a la economía española en contribuyente neto. O, en otras palabras, la economía española dejará de estar subvencionada por la Unión Europea como compensación por los costes que nos supuso la apertura de nuestros mercados, una subvención que en los mejores momentos ha supuestos entre en el 1% y el 2 % de nuestro PIB.

De todos modos, los cambios de criterio pueden acelerar algo el proceso, pero el reto de afrontar el recorte y desaparición final de los fondos ha estado sobre la mesa ya desde hace algunos años.

Además, el cambio en los criterios de contabilización pone de relieve un hecho preocupante: la poca productividad del factor trabajo comparada con la de otros países europeos. Esto se debe a que buena parte de las actividades que aflora en la nueva contabilización procede de trabajadores inmigrantes, que se concentran en sectores como el trabajo doméstico, la construcción o la hostelería, que por naturaleza tienen un menor valor añadido. Pero quisiera insistir en ello: éste es un hecho que ya existía en la economía española, y que el cambio de criterios del INE tan sólo ha hecho aflorar.

Para ponerle solución es necesario un cambio radical en el patrón de crecimiento de nuestra economía, que en el presente tiene un excesivo peso de la construcción y una insuficiente presencia de la innovación tecnológica. Son imprescindibles medidas, tanto desde el sector público como del privado, que permitan desplazar el centro de gravedad de nuestra actividad económica hacia sectores donde tengamos una mayor ventaja comparativa.

Esta menor productividad del trabajo, sumado a nuestro persistente diferencial de inflación, está restando competitividad a nuestras exportaciones, razón por la cual nuestra balanza por cuenta corriente respecto al resto de países de la zona euro no deja de empeorar en los últimos años.

En la solución de este problema, así como en la reacción ante la sustancial variación en el sentido de las transferencias de la UE, radica buena parte del futuro de nuestra economía, y en última instancia de todo ello depende la posibilidad de seguir manteniendo un proceso de convergencia hacia la renta media europea.

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