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CincoSentidos

Miguel Muñiz en el Teatro Real: del ICO a la ópera

Miguel Muñiz, un economista melómano, dirige el Teatro Real con el empeño de abrir el género a nuevos medios y públicosMúsica

Nadie podría considerar un revolucionario a este economista de largo pelo blanco y exquisita amabilidad, pero lo cierto es que Miguel Muñiz (Orense, 1939) ha traído aires muy renovadores al Teatro Real, que dirige desde septiembre. Quiere que la ópera salga de los muros del teatro, que se proyecte en cines digitales, que los jóvenes se la descarguen de internet, que el anfiteatro se llene de camisetas y vaqueros. æpermil;l mismo acaba de estrenar una iPod, la discoteca de bolsillo más popular. Quiere entrar en las universidades, en las televisiones, que todo el mundo asista a una ópera alguna vez en su vida para que algunos repitan. Pero la suya va a ser una revolución de terciopelo, porque prefiere utilizar la mano izquierda que imponer una orden, y conoce bien a la afición más tradicional del género.

Acaba de regresar de París, donde ha visto en la Bastilla De la maison des morts, de Leos Janàcek, una coproducción del Teatro Real y la âpera Nacional de París, con decorados del pintor Eduardo Arroyo. En el templo de la cultura francesa, el iluminador Vinicio Cheli, uno de los especialistas de mayor prestigio internacional, le ha confesado: 'El Real es la mejor ópera del mundo'. Miguel Muñiz, director gerente del coliseo madrileño, lo comenta con orgullo entre foto y foto. æpermil;l aspira, al menos, a que el Real 'sea el mejor teatro de Europa junto con otros diez'. Dirige un equipo de profesionales entregados y generosos. 'Los trabajadores del teatro son también artistas', justifica. Una pasión contagiosa.

Miguel Muñiz, economista y profesor universitario, ha estado vinculado más de 30 años a diversas instituciones y empresas. En la primera legislatura del gobierno de Felipe González fue secretario general de Economía y Planificación. El mundo económico recuerda sobre todo sus diez años al frente del Instituto de Crédito Oficial (ICO), hasta 1996, y la radical transformación que acometió para recuperar las funciones de banco de desarrollo y agencia financiera del Estado.

Consejero de Caja Madrid hasta el año pasado -salió de su ejecutiva enfrentado a Ricardo Romero de Tejada-, su papel ha cambiado por completo como director gerente del Teatro Real, el cuarto desde la reapertura del coliseo en 1997. Cuando José Antonio Campos, director general del Inaem (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música), pensó en él tras la crisis abierta por la renuncia de la gerente Inés Argüelles, diplomática de carrera, Muñiz no esperaba ni ambicionaba que la nueva Administración socialista le ofreciera cargo alguno. 'Tenía que ser algo muy especial y esto lo era', recuerda. 'José Antonio Campos buscaba una persona con experiencia en la gestión, que hubiese mostrado rigor económico en su trabajo y que no resultase extraño a este mundo. Me ayudó mi afición y el hecho de estar casado con una profesional de la música', la pianista Rosa Torres Pardo. Imposible rechazar la oferta.

Un teatro de ópera no es más difícil de llevar que una empresa, es distinto, matiza. 'Esta casa tiene una aureola de conflictiva que no es real. El Real es un teatro muy joven, que ha pasado por muchos cambios. Lo que ocurre es que las decisiones en la cultura tienen una repercusión mucho mayor que las económicas'. Una imagen de conflictividad que arrastran todos los coliseos del mundo. Y de divismo. 'Efectivamente, antes lo había', dice, y rememora la anécdota de la cantante que exigía que no hubiera gatos en 100 metros a la redonda. En estos meses, sin embargo, ha encontrado 'gente sensible, que agradece el buen trato personal, dispuesta a que las cosas se hagan bien'.

Eso sí, el teatro tiene un presupuesto y 'se cumple a rajatabla'. æpermil;l es el máximo responsable, pero en la casa hay otras dos direcciones, la musical y la artística. 'El teatro sólo funciona bien si hay libertad para los dos directores. Yo no condiciono su quehacer, pero tiene que haber un consenso. Los conflictos surgen cuando alguno de los miembros del equipo no asume los proyectos'.

En aras de esa coherencia, se ha producido el nombramiento de Antonio del Moral como director artístico, en sustitución de Emilio Sagi, quien dejará el cargo en septiembre. 'No hay un mercado de profesionales de ópera tan amplio. Del Moral es un gran profesional y es español', destaca. Ha dirigido la revista Scherzo, el Festival Mozart de A Coruña, el Festival de Cuenca y ha sido asesor musical en Caja Madrid. 'Su trayectoria coincide con el modelo de ópera que queremos aquí'. El equipo formado por el maestro López Cobos, director musical, y del Moral promete dar 'frutos espléndidos'. Como este oficio no permite cambios bruscos de dirección, Del Moral y Sagi están ahora trabajando juntos en una 'transición suave' que el director agradece.

Miguel Muñiz llegó al cargo reconociendo que su puesto era 'político', lo que no todo el mundo entendió bien. 'Tiene un componente político en el mejor sentido de la palabra. Tenemos que considerar el Teatro Real como un servicio público. Pero aquí no se hace política'. La sintonía 'es total' también con las Administraciones madrileñas representadas en el patronato. Asume que Madrid es la gran beneficiaria del Real, pero pretende llevar sus producciones a otros auditorios. Con este objetivo ha promovido la constitución de la Asociación de Teatros, Festivales y Temporadas de âpera de España, que preside.

Quiere acabar con la idea de que la ópera es sólo para unos pocos. 'Es cierto que la música clásica en general es minoritaria. Te puedes anclar en esa minoría o tratar de ampliarla. Hay que llegar a una inmensa minoría'. Una de sus primeras iniciativas fue ofrecer billetes de última hora a jóvenes que rompen la tradicional formalidad de la ópera. Algunos arrugan la nariz, pero a Muñiz ver a ese nuevo público mezclado con el de siempre le parece 'gratificante'.

Le gustaría traer al Real a la soprano Cecilia Bartoli. Otras voces que admira son las de Plácido Domingo o Juan Diego Flórez. Miguel Muñiz escucha en casa mucha ópera, tiene una buena colección de DVD, música clásica y también pop y rock. Ninguna le gusta tanto como la que interpreta su mujer.

Tertulias contra la pereza

No quiso vivir en un microcosmos de financieros cuando dirigía el ICO y, por ejemplo, se sumergió en el mundo del arte para crear la valiosa colección del instituto: los grabados de la Suite Vollard de Picasso, pintura española de los ochenta y escultura. Ahora tampoco quiere que el Real absorba todas sus inquietudes, que son muchas. 'Hay que evitar que la pereza acabe sumergiéndote en tu mundo'.Una forma de mantener la mente abierta son sus tertulias con 'viejos compañeros de viaje': economistas, periodistas, sociólogos o políticos. Algunas de esas amistades se remontan a mediados de los sesenta, cuando vivió becado en París: José Luis Leal, Joaquín Leguina o el fallecido Juan Tomás de Salas, quien le embarcó en la fundación de Cambio 16 en plena agonía del franquismo. 'Yo era el 16 de los fundadores, porque era el que ponía menos dinero'.A Muñiz también le agrada la conversación mientras hace senderismo por la sierra de Madrid. Otra de sus pasiones es la jardinería, que practica en un pequeño terreno en Galicia y que ocupa algunas estanterías de su biblioteca.

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