El chantaje de la deslocalización
La globalización y la consecuente deslocalización están minando a los alemanes. Cinco millones de desempleados representan una carga enorme para esta sociedad, que se está cuestionando su futuro industrial. En este contexto, las empresas están ganando poder, según denuncian los sindicatos. Y los trabajadores, insisten las centrales, se sienten desarmados, chantajeados, ante la amenaza de un traslado de producción a un país con salarios más bajos.
Una encuesta realizada este mes por Dresdner Bank muestra que uno de cada cuatro ciudadanos teme por su puesto de trabajo. El 71,5% de la población activa estaría dispuesta a trabajar más sin compensación económica. Y el 57,7% aceptaría una reducción del 5% de su sueldo. El responsable en Baviera del sindicato IG Metall, Werner Neugebauer, dice que no pasa un día sin que algún comité de empresa le pida ayuda por las amenazas de deslocalización recibidas. La presión es enorme. 'Asia empieza poco después del bosque bávaro', explica gráficamente Wolfgang Förster, del comité de empresa de Audi.
Mientras, las empresas justifican sus decisiones apelando a la avalancha de productos más competitivos que amenazan su viabilidad. El nuevo máximo responsable de Siemens, Klaus Kleinfeld, defiende los recortes alegando que 'los grandes consorcios automovilísticos nos piden descuentos de entre el 3% y el 5% cada año.' Roland Berger, fundador de la única consultora europea de carácter internacional, va más allá y sostiene que la economía alemana sólo podrá competir con China invirtiendo en tecnología y 'trabajando más por menos dinero'.
A pocos kilómetros de Alemania, en países como Polonia, Chequia o Hungría se puede fabricar cualquier cosa hasta por una quinta parte de los costes salariales germanos. En Györ (Hungría), Audi produce los motores que se montan en los A3 que se fabrican en Ingolstadt (Baviera). Xaver Meier, jefe del comité de empresa de Audi, dio su autorización al consejo de vigilancia de Volkswagen, en su día, para el traslado de la producción de motores a Hungría. 'Teníamos que reducir los costes para seguir siendo competitivos', señala con resignación.
La inauguración el pasado viernes de la nueva planta de BMW en Leipzig ha despertado enormes expectativas en el este de Alemania, la región de la antigua RDA que, a pesar de los 1,2 billones de euros transferidos por el Estado desde 1991, sufre un porcentaje de desempleo cercano al 20%.
La puesta en marcha de la nueva fábrica en el país teóricamente más caro del mundo para la producción industrial en tiempos de exportación generalizada de empleo al extranjero es muy significativa. Pero la inversión de 1.300 millones ha tenido su coste para los trabajadores. El sindicato IG Metall tuvo que hacer concesiones para que la fábrica resultara ganadora en un concurso mundial al que optaban 250 localizaciones. Los operarios trabajan entre 60 y 140 horas semanales, dependiendo de las necesidades. Además, ganarán un 10% menos.
Otro ejemplo de cómo funciona la deslocalización. El 95% de las zapatillas y prendas de vestir de una de la marcas alemanas más emblemáticas, Adidas, se fabrican en Asia. En Alemania, sólo creará este año 150 puestos de trabajo en marketing y ventas. Las nuevas condiciones laborales se justifican con los menores costes en el extranjero.
Y más. El proveedor automovilístico Conti negoció en Hannover para trabajar más por igual salario. Aún obteniendo beneficios récord, Conti recortará mil puestos de trabajo en 2005. Incluso Porsche, que ha convertido el eslogan made in Germany en su reclamo publicitario fabrica parte del nuevo Cayenne en Bratislava.
Una columna para la industria sajona
El ministro de Economía de Sajonia, el socialdemócrata Thomas Jurk, ha calificado la nueva fábrica de BMW de 'columna de la industria sajona'. De los 120.000 puestos de trabajo industriales de la ciudad de la antigua RDA hoy sólo quedan 12.000.BMW optó hace cuatro años por Leipzig por sus ventajas financieras: personal extremadamente flexible, una costosa infraestructura urbana, y subvenciones públicas que cubren hasta el 35% de los costes de inversión (360 millones de euros). En Leipzig, se montan modelos de la serie 3. Aunque ahora sólo trabajan 2.500 personas el objetivo es duplicar producción y llegar a 5.500 empleados.