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Tribuna

Soy quien digo ser en internet

Carlos Jiménez cree que el DNI digital dará seguridad a las relaciones por internet, pero desvela un punto débil

La zarza ardiente se presentó a Moisés diciendo 'Yo soy el que soy' y el profeta supo enseguida de quién se trataba. Eran otros tiempos. Hoy, la profusión de nuevas formas de relación emanadas de las modernas tecnologías de la información permite encubrir la personalidad, trocarse en otro. Y eso significa que no siempre se puede estar seguro de que el interlocutor al otro lado de la red sea quien dice ser.

Internet es un instrumento cada vez más valioso, pero muchas de sus posibilidades quedan de momento restringidas por problemas de identificación. Las transacciones comerciales y las relaciones con las administraciones públicas, por ejemplo, se ven aún lastradas por este tipo de problemas. Resolver cualquier expediente, presentar declaraciones fiscales, solicitar una subvención, realizar alegaciones, votar... un universo de opciones revolucionarias se abre paso ante nuestro teclado, pero su implantación se está produciendo a un ritmo extraordinariamente lento por problemas de seguridad e identidad.

Y aunque en algunos países, el e-comercio y la e-administración se han convertido ya en una realidad cotidiana, en otros aún subsisten recelos que impiden el desarrollo de estas posibilidades.

En otros ámbitos, chatear o participar en un foro se ha convertido en algo habitual, especialmente los jóvenes, pero los inconvenientes del anonimato pronto se han puesto de manifiesto y han despertado la preocupación de autoridades, padres y educadores. La comunicación a través de estos medios es como un baile de máscaras donde muchos se encubren tras un seudónimo que nada o poco nos dice de quien se oculta detrás de él.

La solución a estos inconvenientes tiene nombre, el DNI electrónico, pero aún poco contenido. Se trata de una tarjeta con un chip y amparada por una contraseña, que permite identificar al usuario del ordenador de forma inequívoca, cada vez que la introduce al encender el PC. Un mecanismo aún en ciernes en muchos países donde, como ocurre en España, se están estudiando las formas de su implantación y su regulación. Recientemente, el gobierno español ha aprobado el presupuesto que permitirá su implantación generalizada en nuestro país, en un plazo que se calcula en unos ocho años.

Este sistema permitirá saber con seguridad quién nos envía un mensaje electrónico, localizar con relativa facilidad a quien realice una infracción o un delito a través de internet o impedir que un ordenador robado pueda ser usado impunemente.

Pero toda solución tiene su punto débil. En este caso, si la tarjeta se inserta en un ordenador intervenido por algún medio, como un virus o un programa troyano, se abre la posibilidad de alterar la fiabilidad de su uso o la suplantación de la personalidad del usuario. Y de la misma forma que no dejamos nuestro DNI a un desconocido deberíamos ser cuidadosos con el uso de nuestra identidad electrónica.

La seguridad dependerá no solo de nuestra tarjeta de identificación sino también del blindaje que tenga el ordenador que utilicemos. No se puede, por tanto, implantar este medio sin estimular el desarrollo de soluciones globales de seguridad para todos los usuarios informáticos.

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