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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La sangría de la competitividad

Los intercambios comerciales registrados en los dos primeros meses del año revelan la gravedad de la principal enfermedad de la economía española: la pérdida permanente de capacidad de competir, tanto en los mercados nacionales como en los internacionales. El déficit comercial crece más de un 40%, cuando en 2004 lo hacía a tasas del 30%, como consecuencia de la timidez en el comportamiento de las exportaciones e impulsado por el vigor de las importaciones. Este desequilibrio delata, en primer lugar, la fortaleza de la demanda española, que sostiene un crecimiento envidiable en los diez últimos años. Pero esconde cada vez más problemas que virtudes, por mucha intensidad que tenga la importación en equipamiento para incrementar la capacidad productiva de las empresas.

En los dos primeros meses del año las exportaciones de productos y bienes españoles han caído en Italia, Holanda, Bélgica, Reino Unido, Polonia, China, Turquía, Estados Unidos y Japón. No son grandes cuantías, pero revelan dificultades para ensanchar el mercado, que deben ser corregidas para impedir que este deterioro de la competitividad persista y 'seque el crecimiento', como advierte el Banco de España.

Debe corregirse el significativo diferencial de precios que juega en contra de la competencia de España. Un punto de sobreprecio de consumo significa nada menos que una inflación un 50% superior a la de los más directos competidores. Y al ser acumulativo en los últimos seis años, ha engullido el plus de competitividad que la entrada en la unión monetaria, a un tipo de cambio depreciado en el euro, proporcionó a España. Como no hay devaluación posible, el Gobierno debe echar mano de las reformas estructurales que proporcionen los movimientos necesarios en la oferta para suavizar los crecimiento de los costes y de los precios. El Banco de España señaló ayer alguno, especialmente en el mercado laboral. Pero, además, hay que pasar ya de la literatura a las matemáticas en las reformas que mejoren el salvavidas de la productividad.

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