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Internacional

Shanghai se consolida como epicentro de la nueva China

Shanghai está viviendo una segunda época dorada. A la fiebre constructora de los años noventa, que plagó la ciudad de rascacielos y atrajo a las principales multinacionales del planeta, se une ahora la apuesta del Gobierno chino por convertir la ciudad en el centro económico-financiero más importante del mundo en 2020. Va camino de ello. La Exposición Universal que prepara la ciudad para 2010 servirá de ensayo general, utilizándose como escaparate mediático.

Las cifras impresionan. En 2004 la ciudad creció un 13,5%, por encima incluso, del espectacular crecimiento del PIB de todo el país (9,5%), porcentajes que dejan en ridículo el escaso avance de economías desarrolladas como la zona euro (en torno al 2%). 'Abrimos las puertas a la inversión extranjera y así seguiremos haciéndolo', comenta con orgullo el vicealcalde de la ciudad, Tang Tenji. Sólo en 2004, la inversión del exterior aumentó un escalofriante 65%.

La ciudad, con 17 millones de habitantes y otros tres millones de población flotante, se articula en ocho zonas de inversión de ámbito estatal. La Songjiang Export Processing Zone, ha recibido cerca de 1.500 millones de dólares en los últimos años, la quinta parte de toda la inversión recibida por la ciudad.

Pero es el distrito de Pudong, con 3,5 millones de habitantes, en donde se concentran ahora lo esfuerzos. Cuenta con cuatro áreas de inversión bien diferenciadas (alta tecnología, infraestructuras, financiera y zona franca). Ha sido capaz de atraer en los últimos cinco años 19.000 millones de dólares, centrados en industrias de alto valor añadido. Es la verdadera 'milla de oro' del país. Pudong genera un cuarto de la producción de Shanghai, exporta la mitad del total y ocupa sólo una doceava parte de extensión de la ciudad. Al poderío industrial y financiero de Pudong se suma ahora el comercial del gigantesco puerto, que ocupa una línea costera de 120 km a lo largo del río Huan Pu. El puerto está conectado mediante el río Yantze a numerosas provincias del interior. Además, tiene conexiones con más de 400 puertos y 500 navieras de 160 países. Ello le permite rivalizar con Rotterdam como primer puerto comercial del mundo. La apuesta la habrá ganado muy pronto gracias a la ampliación que está proyectada, para construir una zona de aguas profundas (16 metros) con 50 muelles para carga de barcos de gran tonelaje. La primera fase de esta ampliación se inaugurará este año.

El despegue de las infraestructuras terrestres se está haciendo con tecnología convencional, y a marchas forzadas. El metro, que ahora consta de tres líneas (80 km), se extenderá en 2010 (año de la Expo) por 17 líneas y 800 kilómetros.

Pero en Shanghai no todo reluce. El principal problema con que se enfrenta la ciudad y, en general, el país, es el de morir de éxito, fruto de su calentamiento. El crecimiento espectacular se está produciendo bajo el paraguas de un gobierno empeñado en impulsar la locomotora sin tener en cuenta a veces la rentabilidad inversora.

Inversiones apresuradas

Un claro ejemplo de las inversiones apresuradas en China es el tren de suspensión magnética que conecta el aeropuerto internacional de Shanghai con el metro de la ciudad. Es el más rápido del mundo, llegando a alcanzar los 430 kilómetros por hora gracias a su tecnología puntera (los vagones van suspendidos en el aire, sobre imanes). Siemens y el Gobierno chino invirtieron cerca de 10.000 millones de yenes (más de 900 millones de euros) en lo que, de momento, es un negocio ruinoso, dado que los ingresos derivados de los pasajeros no cubren ni siquiera los intereses de la deuda (300 millones de yenes al año). Una tecnología novedosa pero muy cara.Ahora se intenta ampliar el tramo construido (sólo 30 km) para que llegue a ciudades cercanas y mejore su rentabilidad.

De Getafe al corazón del gigante asiático

China es la tierra de las oportunidades, y no sólo para las grandes multinacionales. NB-Beco es un claro ejemplo de cómo una pyme española puede poner una pica en el país asiático, aún teniendo reducidas dimensiones. La empresa madrileña, con sede en Getafe, ha levantado una planta a 50 kilómetros de Shanghai, donde lleva dos años fabricando piezas de automoción (15 millones de cojinetes de fricción al año) para las principales multinacionales (Nissan, Renault, Ford, BMW, etc.), también asentadas en la capital económica china. 'Nuestro valor añadido es el diseño de las piezas, que cuenta con I+D propio', explica su presidente, Joaquín Lasso de la Vega, orgulloso del futuro de la firma que fundó su abuelo Narciso Borja (NB) hace 40 años.Pero también importan los bajos costes laborales. Los 100 empleados de la fábrica trabajan 12 horas al día, seis días a la semana y 320 días al año, por 2.000 yuanes (200 euros) al mes, algo inimaginable en España. La visita de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, a su fábrica en enero pasado le ha abierto muchas puertas con las autoridades locales. Ello prueba la importancia de las relaciones institucionales en un país con fuerte tradición burocrática.El Ayuntamiento de Barcelona, por su parte, acaba de organizar también una misión empresarial en Pekín. Hoy por hoy, ya hay 200 empresas españolas afincadas en el país.

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