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Tribuna
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La tecnología, ¿un servicio básico como la electricidad?

Al igual que aquellos que supieron ver en la bombilla el comienzo de una revolución, la extensión del uso de la electricidad en todo el mundo, hoy el futuro es prometedor, según el autor, para las empresas que proporcionen productos, servicios y contenidos innovadores con las nuevas tecnologías

A medida que las empresas de tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) resurgen de la 'burbuja.com', muchas voces definen esta industria como un sector maduro, en el que la ralentización de la tasa de crecimiento está en consonancia con el crecimiento del producto interior bruto.

Pero si analizamos más allá del hardware y el software veremos una industria mucho mayor, preparada para suministrar nuevos servicios de alto valor basados en tecnologías que ya existen. Lo que en realidad está determinando la relación entre toda la industria y su tasa de crecimiento no es la tecnología sino más bien una segregación cultural en el despliegue y consumo de esa tecnología; algo que se está superando lentamente.

Está división cultural no sólo se da en las TIC; hemos visto esta película antes, con ejemplos muy claros. Si analizamos la historia de muchas tecnologías clave, descubriremos tres fases diferentes en su evolución: adaptación, estandarización y utilización.

En su momento, la electricidad era una herramienta 'a medida' y muy costosa, sólo accesible para unos pocos. Thomas Edison vislumbró la construcción de una dinamo eléctrica cada pocos bloques en las grandes ciudades para iluminar sus bombillas (su primera planta dio servicio a 1.500 metros cuadrados de Nueva York y a 800 bombillas, y costó el equivalente a casi cuatro millones de euros actuales). En la década de 1880, muchas mansiones de Manhattan tenían ya sus propios generadores eléctricos, junto con un ingeniero altamente especializado para operarlo. Aunque no conozcamos esta historia es posible que nos resulte familiar, debido a que ésta es la realidad actual de muchos centros de datos corporativos: son grandes, costosos, construidos a medida y necesitan ser gestionados por expertos.

Llevó muchos años alcanzar la siguiente fase en el mercado de la electricidad -la estandarización- que se produjo cuando George Westinghouse estableció la corriente alterna y su transmisión a larga distancia, lo que ayudó a conseguir estándares que todavía utilizamos hoy en día. Esos estándares (voltaje, ciclos, formato de los enchufes, etcétera) permitieron a la electricidad ser comercializada de forma masiva. Pero todavía era una rareza; en 1907 tan sólo un 8% de los hogares estadounidenses tenía electricidad.

Este es el punto en el que se encuentran actualmente las TIC. Hemos creado estándares -chips, sistemas operativos, protocolos de red, etcétera- que han permitido a la informática ser un mercado de masas. Pero actualmente las TIC requieren un importante gasto y experiencia por parte de los usuarios, especialmente en los grandes centros de datos corporativos.

Fue en su tercera fase -utilización- en la que la electricidad fue vista como un servicio básico con un precio transparente y una calidad de servicio fiable, que realmente trasladaba los beneficios de la electricidad al mundo. Cuando la electricidad pasó de la fase de estandarización a la de utilización ocurrieron dos cosas: se hizo omnipresente y su precio cayó en picado. Además, se crearon un montón de productos impulsados por la electricidad -además de las bombillas y los motores industriales- lo que aportó un verdadero valor al usuario. En 1930, la mayoría de las ciudades medianas tenían suministro universal de electricidad; entre 1910 y 1940 el servicio eléctrico permitió aumentar la productividad un 300%. Las industrias nunca habían soñado con una creación que pudiese ser tan beneficiosa.

La industria TIC es aún joven; estamos empezando a mirar hacia la fase de utilización de la tecnología, donde la banda ancha y la potencia de cálculo estarán disponibles como un servicio básico, donde y cuando sea necesario. Sin embargo, al igual que con la electricidad, necesitaremos crear mecanismos para definir una unidad de potencia de cálculo y para ponerle precio. Necesitaremos crear mecanismos para un suministro fiable y seguro. Tendremos que crear las herramientas y modelos que conviertan este servicio básico en algo con verdadero valor para los consumidores, tal y como sucedió con la plancha eléctrica, las lavadoras y los calentadores de agua. Y como consumidores de informática, necesitaremos revisar el papel que jugará la tecnología en nuestros negocios y en nuestra vida diaria.

Esto permitirá una rápida expansión de valiosos servicios que pueden ser ofrecidos a través de la red. Miremos, de hecho, a Google, que está suministrando una amplia variedad de facilidades de búsqueda que se están haciendo cada vez más valiosas a medida que se hacen más personalizadas y se pueden usar en cualquier dispositivo. O miremos a Salesforce.com, que puede utilizar la banda ancha como un servicio básico para suministrar los mismos servicios de gestión de las relaciones con los clientes que sus competidores pero mucho más barato.

Y esto es tan sólo el principio. El futuro es prometedor para las empresas que proporcionan productos y servicios, así como contenidos innovadores que pueden ser ofrecidos a través de la red. Al igual que fue prometedor para aquellos que supieron ver que la bombilla no era la culminación de una idea sino el comienzo de una revolución.

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