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Columna
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Cuanto peor, peor

A comienzos de la semana pasada, los cuatro candidatos a lendakari debatieron en la televisión vasca sus posiciones electorales. El del PNV, señor Ibarretxe, utilizó el esquema clásico de los nacionalistas desde mediados del siglo XIX: primero, una apelación a esa Arcadia feliz que es el País Vasco, que necesita ser independiente del resto de España para no contaminar esa felicidad y, en segundo y discreto lugar, la defensa a ultranza de unos privilegios económicos que a esa Comunidad le son debidos desde los 'albores de los tiempos', cerrando el silogismo con la equiparación de autogobierno con bienestar, como lo prueba que el índice de pobreza en el País Vasco se cifre en el 3,5 % de la población mientras que la media española alcanza el 7%. Por supuesto no hizo mención de un detalle: a saber, que gracias al Concierto Económico el resto de los españoles financia la cuota de solidaridad -que diría el Tripartito Catalán- que el País Vasco no aporta, entre otras cosas para luchar contra la pobreza en las restantes regiones españolas.

De acuerdo a las últimas encuestas sobre intención de voto, es muy posible que la coalición nacionalista obtenga la mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria, pero otras encuestas transmiten impresiones contradictorias con esa intención de voto. Por ejemplo, algo más del 42% de los vascos rechaza el plan Ibarretxe y un 33% teme que constituya un riesgo de fractura política con España, frente un 39% que lo apoya y un 35% que lo califica como un ' debate político normal'. Por último, más de dos terceras partes de los encuestados manifiestan su satisfacción por el nivel de vida reinante en el País Vasco.

Pues bien, intentando cuadrar esas respuestas, podría deducirse que quienes van a conceder la mayoría absoluta a los nacionalistas no han reparado en que quizá la puesta en práctica del plan Ibarretxe resulta ser incompatible con el mantenimiento de ese alto nivel de vida que reconocen gozar.

Ello no es de extrañar, por cuanto el Gobierno encabezado por quien da nombre al plan se ha encargado cuidadosamente de ocultar los considerables costes económicos que desde los primeros momentos ocasionaría el proyecto del candidato a lendakari del PNV - y que han sido desmenuzados en el libro Economía de la Secesión, El Proyecto Nacionalista y el País Vasco, publicado el año pasado por el Instituto de Estudios Fiscales-.

La segunda conclusión digna de mención se refiere al PSE, al que las encuestas sitúan como el segundo partido en número de escaños. Ello podría deberse a que su candidato también tiene un plan, el plan López. Se trata de un texto más matizado que el del candidato nacionalista, pero que se acerca mucho a aquél, acaso obligado por el esfuerzo para atraer a un sector de lo que se suele denominar 'nacionalismo moderado' y que puede estar comprendido en ese 33% que no aprueba el plan Ibarretxe por temor a un enfrentamiento con el resto de España. Tampoco hay que descartar que si en el electorado socialista se confía poco en los resultados de la votación, sus dirigentes apuesten por alcanzar una presencia parlamentaria suficiente para intentar de nuevo un pacto con el PNV; pacto cuyas funestas consecuencias para el partido de la rosa y el puño en el pasado analizó lucidamente el ex consejero socialista en el Gobierno Ardanza José Ramón Recalde en su libro de memorias, titulado Fe de Vida, también publicado en 2004.

Las perspectivas del tercer gran partido en discordia, el PP, no son muy brillantes por cuanto los pronósticos le auguran un descenso, parece que leve, en el número de escaños que puede obtener. Ese descenso no se deberá en esta ocasión a la endeblez del candidato, pues la señora San Gil está realizando una buena campaña y en el debate televisivo fue, de lejos, la más brillante e incisiva. Pero defender ideas impopulares tiene un coste electoral a veces injusto. Podría pensarse, al menos en teoría, en una coalición PSE-PP en el País Vasco, pero ello no encaja en la estrategia nacional del PSOE, a pesar de los muertos que les unen en aquellas tierras y, además, el señor Maragall, respirando por la propia herida, como se suele decir, ha dictaminado que preferiría que el PSE pactase con el PNV a que lo hiciese con el PP. Y es que, como decía Bertrand Russell a propósito del pecado, el socialismo es también una cuestión de geografía.

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