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Tribunales

Las horas más bajas del patriarca de los seguros

Maurice Hank Greenberg tenía ayer ante sí 40 folios llenos de preguntas que tanto el fiscal de Nueva York, Eliot Spitzer, como la SEC querían que respondiera para aclarar las sospechas sobre posible fraude en la contabilidad de la entidad. Pero no ocurrió.

Quien dirigió los destinos de la mayor aseguradora del mundo, AIG, durante 37 años antes de ser fulminantemente despedido en marzo por el consejo, se negó a contestar. Greenberg, de 79 años, se arrogó a la Constitución para negarse a declarar en su contra y ayer, durante 45 minutos, no hizo ayer más que ahondar las sospechas sobre sí mismo escribiendo las horas más bajas de su extensa biografía empresarial.

De acuerdo con sus abogados no estaba preparado para testificar y además no tenían la documentación necesaria para apoyar sus respuestas. Los letrados no querían arriesgar que sus declaraciones dieran como resultado una acusación criminal por parte de Spitzer y civil por parte de la SEC, algo que, sin embargo, puede estar cerca.

Los investigadores están sobre la pista de una serie de operaciones en octubre de 2000 con General Re (filial de Berkshire Hathaway), que permitieron aumentar artificialmente las reservas. En las investigaciones preliminares, el propio Greenberg, una institución en el mundo de los seguros, se perfila como responsable de estas manipulaciones contables y el autor del engaño a inversores y autoridades. La caída de este titán de los seguros, quien convirtió a AIG en la primera entidad del mundo, es el gran sorpresa en Wall Street donde aún se sigue sin digerir la frecuencia con la que se destapan importantes escándalos empresariales y caen las figuras más veneradas.

El pasado domingo, Spitzer dijo en la cadena ABC, que Greenberg hizo 'transacciones con el propósito de engañar a los mercados. Yo a eso lo le llamo fraude, es engañoso, incorrecto e ilegal'. Días antes había calmado a lo inversores diciendo que un acuerdo civil con AIG podría ser posible aún. Para la aseguradora es un respiro porque ninguna entidad ha sobrevivido una acusación criminal en EE UU. Y es que si algo han aprendido en AIG de los previos escándalos es a desvincularse de quienes amenazan su futuro por mucho que ellos sean culpables de no vigilar a los ejecutivos. La aseguradora ha sido rápida y a instancias de Spitzer no solo forzó la salida de Greenberg en marzo sino que antes de que acabara el mes admitió que tendrían que reformular sus cuentas y restar a su beneficio neto unos 1.770 millones de dólares.

AIG saldrá del agujero. Su creador, Greenberg, sin embargo, ya no aporta a su largo curriculum más que borrones.

Un hombre reconocido internacionalmente

Maurice Greenberg, ex presidente de AIG, es el padre del ex presidente de Marsh y del presidente de ACE. Greenberg inició la saga al entrar en la que entonces era una pequeña compañía fundada en Asia. Desde 1967 su mano hizo que la firma se convirtiera en una de las más importantes entidades financieras con negocios en 130 países e ingresos de casi 100.000 millones. Greenberg es una figura pública prominente en EE UU y también en China, donde toma el té sin cita con sus autoridades. Privilegio de pocos.

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