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Javier Gomá

'La función de directivo exige cumplir los objetivos'

Rapidez. Tal vez sea esta la cualidad que mejor define a Javier Gomá, director desde hace dos años de la Fundación Juan March. Bilbaíno, de 39 años, a los 24 años era licenciado en Filología clásica, a los 27 había cursado la carrera de Derecho y conseguido el número uno de la promoción en las oposiciones al cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Es doctor en Filosofía con la calificación sobresaliente cum laude, está casado, es padre de cuatro hijos y la próxima semana recibe el Premio Nacional de Ensayo por la obra Imitación y experiencia. De verbo veloz, es rápido en las contestaciones, en las que se permite ciertos rodeos literarios para llegar a la conclusión que quiere comunicar.

Pregunta Su currículo impresiona.

Respuesta ¿Sí? No sé, cuando estudié Filología clásica era como automarginarte. Lo hice por afición. Con 24 años no sabía lo que iba a hacer con mi vida profesional. En los tres años siguientes hice todo lo demás, y no me costó porque lo hice con mucha naturalidad.

'El aparcamiento de altos cargos en fundaciones es un error cada vez más minoritario, propio de las empresas, no de las familias'

'Toda fundación debe ser profesional y, si se produce una vacante, ha de cubrirse siempre con los mejores profesionales, vengan de donde vengan'

P Da la sensación de que su trayectoria ha sido fácil, ¿no ha tenido ningún tropiezo?

R Personales, si. Yo estudié lo que quería. Fue una suerte. Mi padre era notario y me dijo que hiciera lo que quisiera, pero que no fuera mediocre. Cuando mis amigos estudiaban sus carreras y hacían practicas en grandes empresas yo no sabía que hacer con mi vida. Tuve un golpe de suerte con mi futuro. Además, puedo compaginar mi trabajo como letrado del Consejo de Estado con el de la Fundación.

P ¿Cuántas horas trabajas al día?

R Cuando tienes una función de dirección lo que te interesa es el resultado práctico. Y puedes llegar a trabajar las 24 horas al día porque lo que caracteriza este trabajo no es la actividad, ni la rutina del día a día, sino cumplir objetivos. Ningún director trabaja ocho horas al día y luego se olvida de su cometido.

P ¿Qué cree que aporta usted a esta fundación?

R No es modestia, es realismo que esta Fundación trasciende a los directores. Este año cumple cincuenta años y por voluntad de la familia March tiene una entidad definida, que es el prestigio, el compromiso y la independencia total. Se nombra a los directores para que esa identidad se enriquezca y se desarrolle. Me gustaría que mi aportación se notara a medio y largo plazo. Creo que no se deben hacer experimentos innecesarios. Una Fundación como esta debería tener tres líneas de actuación.

P ¿Por ejemplo?

R Es una Fundación que siempre se ha caracterizado por su profesionalidad, con criterios de mercado. Debemos estar en vanguardia de las actividades culturales. Las empresas españolas se han modernizado, pero las instituciones culturales no lo han hecho. Deberían profesionalizarse. Esta Fundación se crea cuando no existían otras fundaciones y tenía la obligación de ser generalista, debía llegar a muchas materias, como investigación, música, bibliotecas. Ahora debe tender a una mayor especialización porque cada vez hay más fundaciones privadas e instituciones culturales. Me gustaría que nos centráramos en proyectos e investigación que aporten algo a la sociedad.

P ¿Y el tercer objetivo?

R Debemos estar en la vanguardia de la internacionalización. Ya es internacional y cosmopolita, pero debemos tener vinculaciones con investigadores de todo el mundo, entrar en la red de Fundaciones internacionales de excelencia, con el fin de desarrollar proyectos conjuntos.

P Algunas empresas aparcan a sus directivos en las fundaciones que crean.

R Toda fundación debe ser profesional y si se produce una vacante debe cubrirse siempre con los mejores profesionales, vengan de donde vengan. Pero sí hay empresas, sobre todo los grupos financieros, que convierten a las fundaciones en aparcadero de directivos que se jubilan. Es un error, que creo que es cada vez más minoritario. Es un fenómeno ligado a las empresas, no cuando la fundación pertenece a una familia preocupada por la calidad.

'No tenemos obsesión por la cuenta de resultados'

Tiene un plan a largo plazo y en su mente no ronda la idea de cambiar de trabajo. Considera que la Fundación Juan March es un gran destino profesional, donde puede dar rienda suelta a una de sus grandes aficiones, como es la escritura.¿Podría resumir a qué se dedica una fundación?Una empresa se dedica a producir riqueza para la sociedad, para los empresarios y los accionistas. Una fundación se dedica a gastar dinero. ¿Cómo se juzga el éxito en una fundación? Hay controles de calidad, como pueden ser el número de visitantes. En nuestro caso, hemos hecho exposiciones y asumimos muchas veces que no vamos a tener una gran afluencia de público, pero consideramos que es interesante para España. También conviene mirar el modo de financiación, si depende del ingreso por taquilla o del patrocinio de terceros. Nosotros no estamos vinculados a la servidumbre del número de visitantes ni al patrocinio de terceros, pero tenemos juicios externos, como son la alerta sobre las necesidades de la sociedad. Nos diferenciamos de una sociedad mercantil en que no tenemos obsesión por la cuenta de resultados.¿Tiene una posición privilegiada porque no vive con esa presión?El 95% de las fundaciones tiene un patrimonio irreal, no dispone de financiación. Y es el gestor el que tiene la obligación de buscar los recursos. No es mi caso, por lo que si lo hacemos mal no tenemos excusa. Europa debería mirar a Estados Unidos en el paradigma de fundaciones. Allí cubren aquello que deja de cubrir el Estado de bienestar y que en Europa ya está resuelto.

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