_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Qué hacemos con Wolfowitz?

Entregados como estamos a promover la alianza de civilizaciones se diría que el gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero sigue sin pronunciarse sobre el candidato, Paul Wolfowitz, que el presidente George W. Bush -'hola, qué tal, amigo'- desea situar al frente del Banco Mundial. Pero el tiempo nos devora y apenas quedan dos semanas mientras que ya los alemanes lo han dado por buena la propuesta sin mayores consultas dentro del directorio con París al que empezábamos a sentirnos asociados. El comisario europeo para el desarrollo, Louis Michel, ha invitado a Bruselas a Wolfowitz, esa joya con la que la Casa Blanca quiere regalarnos, para conocer su visión acerca del futuro del Banco Mundial antes de que los accionistas voten su elección.

Porque en este caso, como ha subrayado en su columna del Financial Times Jeffrey Sachs, la democracia debería empezar por la propia institución y si el Banco Mundial está llamado a ser una fuerza que lidere los impulsos hacia la gobernanza en los países en desarrollo, el gobierno del Banco debería dar ejemplo y atenerse a esas pautas de comportamiento en la elección de su presidente. Sin embargo, la primera fase del proceso para la designación de Paul Wolfowitz ha sido por completo insatisfactoria al estar basada sobre la idea de que Estados Unidos puede nombrar al presidente sin competición alguna y sin que nadie le cuestione. Semejante proceder, subraya Sachs, debe enmendarse de manera urgente antes de que el Banco quede más dañado. El hecho de que el Banco sea una institución multilateral, de la que son miembros 184 gobiernos, y de que en esta ocasión se asuma que su presidencia venga de la mano de la Casa Blanca, dado que los países de la UE prefieren asegurarse otros puestos en organizaciones internacionales y los restantes están relegados a posiciones secundarias, para nada excluye que se hubieran guardado las debidas formas.

Conviene recordar que Estados Unidos sólo tiene el 16% de los votos, que hay otros países que desempeñan un papel más relevante en sus operaciones y que por detrás de la escena han sido los USA quienes más han frenado el incremento de la financiación a los países pobres y los que más deuda han sumado con la consiguiente debilidad para las fianzas del Banco. Pero sobre todo nadie conoce las posiciones de Wolfowitz -cuya carrera ha estado dedicada a los asuntos militares y diplomáticos como número dos del Pentágono bajo la dirección de Rumsfeld- en cuestiones decisivas sobre el desarrollo global. Nos falta saber, por ejemplo, sostiene Sachs, si el candidato encabezará las reclamaciones de los ideólogos del libre mercado para privatizar los sistemas de salud, educación e infraestructuras públicas o si comparte la convicción de que las finanzas públicas son vitales para asegurar el acceso universal a bienes como la salud, la nutrición, el agua potable, la escolarización y la planificación familiar. Al final se trata de saber si el Banco Mundial responderá a su denominación o si será nada más que un Banco Americano, conforme se malicia un comentarista de Washington.

Se trata de saber si el Banco Mundial responderá a su denominación o si será sólo un 'Banco Americano'

Se pregunta en un editorial el Internacional Herald Tribune por qué Wolfowitz y recuerda su profundo desacuerdo con quienes precisaban que se requerirían centenares de miles de tropas para la ocupación de Irak así como su serena convicción de que los soldados americanos recibirían la bienvenida con flores. En definitiva el periódico afirma que la propuesta de Wolfowitz es un infortunio para la comunidad internacional, que deploró ampliamente la invasión y el deterioro de Naciones Unidas que la acompañó. En esa misma línea se ha pronunciado Paul Krugman, en su columna de The New York Times. Por eso, después de repasar la trayectoria y la ideología de Wolfowitz concluye que los países en desarrollo mirarán su elección como presidente del Banco Mundial como un signo de que aún se está intentando la imposición de políticas que ya han fracasado. O sea, ¿qué hacemos con Wolfowitz?.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_