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Tribuna
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Invertir en Iberoamérica con seguridad

Las empresas españolas tienen en Iberoamérica intereses de una magnitud muy considerable. Durante años, España ha sido el primer inversor en el subcontinente. Hoy sigue siendo uno de los inversores de referencia clave en la mayoría de los países iberoamericanos. Esta realidad es contemplada por muchas empresas con cierta desazón, cuando no desconfianza, ya que han sufrido o han visto sufrir a las economías iberoamericanas y a sus propias inversiones durante largos periodos de estancamiento e incluso de retroceso: el bajo crecimiento, la inestabilidad financiera, la enorme volatilidad… han sido los compañeros de estos procesos de inversión.

Muchos se preguntan qué le pasa a Iberoamérica que no ha conseguido despegar como lo han hecho Corea, Tailandia y otros países asiáticos. La respuesta no es fácil. Y la mayoría de los análisis coyunturales difícilmente nos ayudan a entender la realidad.

Afortunadamente, el pasado mes de septiembre el Banco Interamericano de Desarrollo organizó un seminario que llevaba el título Una década de pensamiento de desarrollo: en el que se dieron algunas claves por los considerados, hoy por hoy, mejores expertos en la economía iberoamericana, que no deberían pasar inadvertidas al mundo empresarial y político español.

El primer gran bloque de reflexiones que se realizaron tuvo que ver con la insuficiencia de las reformas llamadas el consenso de Washington (privatización de las empresas públicas, apertura al comercio internacional, reformas financieras…). Que sean insuficientes pone de relieve que, en todo caso, han sido y son necesarias. Especialmente, por lo que respecta a mantener un equilibrio fiscal y de cuenta corriente, ya que ha sido especialmente la volatilidad, muy provocada por la vulnerabilidad del crecimiento a los cambios en los flujos de capitales internacionales, la que ha llevado a la región a grandes periodos de crisis o bajo crecimiento. El rigor en la conducción de la política macroeconómica sigue siendo por ello una condición sine qua non, pero claramente insuficiente.

Sobre esa estabilidad se requiere una fuerte inversión en las personas, tanto en educación primaria y secundaria como en la universitaria.

Es especialmente interesante el acuerdo que hay entre varios de los principales expertos concitados en la necesidad de reducir, de manera deliberada, la fuerte brecha de desigualdad económica existente en la región, llevando a cabo políticas redistributivas de rentas y, sobre todo, políticas que permitan el acceso a la propiedad de activos e ingresos de las personas más pobres. Eso pone de relieve la enorme importancia de dotarse de instituciones fiscales de la mejor calidad posible. En definitiva, aquí detrás hay aquella vieja idea europea de que sin clases medias es difícil la estabilidad, el crecimiento y los mercados amplios.

Otra área de fuerte acuerdo entre los expertos es la necesidad de dotarse de instituciones públicas capaces: instituciones que permitan la eficiencia de los mercados (comisiones de los mercados de valores, leyes antimonopolio); instituciones que garanticen la seguridad (especialmente las fuerzas de orden público y la Administración de justicia), que permitan atacar directamente los altos niveles de violencia y de corrupción, así como dar seguridad a los derechos individuales y económicos. Especialmente importante son las instituciones económico-fiscales (Ministerio de Hacienda, Agencia Tributaria, etc.) ligadas a la necesidad de una mayor recaudación. El bajo ahorro público es otro de los elementos a corregir, especialmente cuando éste ha llevado a la generación de deudas financiadas en divisas externas. Pero no acaba aquí el listado de buenas sugerencias, sino que se pone también fuerte énfasis en la necesidad de innovación y en la creación de un espíritu empresarial. En definitiva, reconocer la importancia también del crecimiento endógeno.

Haremos bien en tener en cuenta que éstas son las prioridades de la región. Y creo que desde la perspectiva de la política española y de su diplomacia deberían enviarse claros signos de apoyo cuando se camine en esta dirección, y algunas señales de alerta cuando no se haga. También las empresas deben tomar nota de que quizás no sea tan importante en este momento invertir en determinados proyectos culturales o artísticos desde sus fundaciones y la acción social de las empresas, sino más bien en el apoyo a la educación, en la creación de programas de becas, en el apoyo a la creación de espíritu empresarial…

A todos nos gustarían soluciones a corto plazo, pero lo que ha puesto de manifiesto la década perdida de los ochenta y quizás la no tan perdida, pero ciertamente decepcionante, década de los noventa es que no hay atajos para un desarrollo sostenible y firme. Por ello es bueno que nos pongamos a trabajar cuanto antes en este semidecálogo de los expertos.

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