Cuando las barbas de Gerry Adams...
Acabábamos de recibir con alfombra roja a Gerry Adams, líder del Sinn Fein, que presentaba sus memorias traducidas al castellano. En Madrid paseó por los grandes medios de comunicación y en el País Vasco recibió todos los honores políticos e institucionales. Una vez más su presencia deslizaba la idea de las posibles analogías entre las soluciones intentadas para la cuestión del Ulster y las que algunos querrían proponer en esa misma línea de mediadores internacionales, desarme controlado por una comisión militar multinacional y conversaciones en históricos castillos entre las partes interesadas.
Es el sueño de algunos escenógrafos convencidos de que la foto finish tendrá suculentos rendimientos electorales. Porque, en nuestro caso, hay un convencimiento cada vez más generalizado sobre la necesidad de terminar con ETA pero el dibujo de cómo hacerlo difiere según lo que cada uno de los que piensan figurar en el último acto aspire a obtener en su propio beneficio.
La presentación al público siempre ha tenido importancia decisiva y en la era de la imagen todavía la tiene mayor. Ahí está, por ejemplo, el cuadro de las lanzas encargado por Felipe IV a Velázquez para escenificar, conforme a los intereses de la Monarquía Hispánica, la rendición de Breda, que en absoluto se produjo como refleja el cuadro. El encuentro verdadero de Justino de Orange entregando las llaves de la ciudad al marqués de Spínola parece que nunca se verificó. La magnanimidad en la victoria plasmada en el cuadro, que había de colgar en el Salón de Reinos junto con la referencia de otros triunfos militares del Rey, es por completo imaginaria. Pero se quería dar esa versión porque así convenía a los intereses de Su Majestad y el pintor se atuvo a las minuciosas instrucciones recibidas.
Cuando los indicios apuntan a la improrrogabilidad de la organización terrorista ETA, se quiere pintar un cuadro con fines propagandísticos
Cuando Julio Albi hace unos años recuperó la historia del sitio de Breda, escrita por el jesuita que oficiaba de capellán del marqués durante aquella campaña, se presentaron los grabados holandeses que representaban con todo realismo la salida de la ciudad de las huestes vencidas en unas carretas desvencijadas que en la distancia desde lo alto de una colina vio pasar el vencedor.
También ahora cuando los indicios apuntan a la improrrogabilidad de la organización terrorista ETA, acosada por la creciente eficiencia policial y la resta de apoyos internacionales a raíz del 11 de septiembre de 2001, se quiere pintar un cuadro con fines propagandísticos.
Algunos detestan un final para los etarras como el que tuvieron los grapos. Imaginan más favorable para los intereses del conglomerado con el que mantienen afinidades, una escena al estilo de la pintada por Velázquez. O como la que cuentan del abrazo de Vergara entre el cristino Espartero y el carlista Maroto. Con honores para los vencidos en línea con las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas. Por ahí andaba también la solución en proceso para el conflicto del Ulster que terminaría con el IRA desarmado y su brazo político, el Sinn Fein, integrado en el nuevo sistema político resultante.
Pero tras el incumplimiento de los plazos de desarme del IRA, la responsabilidad del grupo en el robo de 26 millones de libras a un banco de Belfast en diciembre y, sobre todo, el asesinato en enero de Robert McCartney, un simpatizante del Sinn Fein que fue considerado desviado de la recta disciplina, el crédito del líder Gerry Adams se ha derrumbado en algunos ambientes del Ulster y también en los Estados Unidos.
Adams no ha podido celebrar en la Casa Blanca la festividad de San Patricio, ni será recibido por los senadores Ted Kennedy y Peter King, ni podrá recaudar los espléndidos donativos de otros años que equilibraban sus finanzas. Dicen los conocedores de Washington que el presidente le ha declarado paria político como hizo en otro momento con Arafat. De manera que los postuladores del modelo del Ulster para solucionar lo del País Vasco deben atender a lo sucedido para no equivocarse otra vez.