Un eco mundial para la UE
La Comisión Europea acaba de lanzar, con una semana de diferencia, dos iniciativas decisivas para el progreso económico, social y medioambiental de la UE. Ambas parten de una evidencia: más allá de los innegables éxitos y prometedores logros, hay numerosos proyectos sin concretarse.
Ampliando el alcance de las conclusiones del Consejo Europeo de Gotemburgo de 2001 y de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Johanesburgo en 2002, hemos inyectado dinamismo a la Estrategia de Desarrollo Sostenible de la Unión. Todas las políticas comunitarias deben impregnarse del planteamiento de que la satisfacción de las necesidades no debe hacerse en detrimento de las futuras generaciones.
Por otra parte, hemos dado un nuevo aliento a la estrategia de Lisboa en la cual la UE se ha marcado el objetivo de 'convertirse en la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de un crecimiento económico sostenible acompañado de una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y de una gran cohesión social, con respeto al medio ambiente'.
La Unión no podrá estar a la altura de su ambición económica, social y medioambiental si se encierra en sí misma
Esta doble ambición recuerda que los desafíos y el progreso de la UE se enmarcan de manera natural en una perspectiva internacional. La prosperidad, la solidaridad y la seguridad son tres objetivos estratégicos, complementarios e indisociables, como ha subrayado el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso.
La estrategia de Lisboa y la de desarrollo sostenible revisten un carácter transversal que conjuga las dimensiones económica, social y medioambiental. El nuevo impulso mantiene ese equilibrio, enfatizando el crecimiento y el empleo. Se pone el acento sobre la importancia de las iniciativas a emprender a través de la UE y en cada Estado. Pero no debemos olvidar que el contexto internacional ejerce una influencia determinante sobre nuestra capacidad de alcanzar los objetivos.
La integración armónica entre nuestra política de relaciones exteriores y la puesta en marcha de estas estrategias debe conducir a un reforzamiento mutuo y a una fertilización recíproca. La Unión no podrá estar a la altura de su ambición económica, social y medioambiental si se encierra en sí misma y se considera como una burbuja hermética a su entorno.
La tentación de recurrir sólo a instrumentos de política interna puede ser comprensible, dado que las mutaciones profundas y, a veces, brutales que afectan al planeta parecen imprevisibles e incontrolables. Esa resignación, sin embargo, no haría justicia a las esperanzas de los ciudadanos de la Unión. Es desde esa perspectiva desde la que una política de relaciones exteriores fundada en principios fuertes, medios adecuados y objetivos coherentes es esencial para las estrategias de Lisboa y de desarrollo sostenible.
La evolución del tipo de cambio, por ejemplo, puede modificar o neutralizar los efectos de las decisiones de política macroeconómica. Por ello, debemos dar importancia a nuestro coste competitivo, sobre el que tenemos influencia directa, pero también a nuestro precio competitivo, que es el percibido por nuestros socios comerciales. Nuestra política de vecindad y de desarrollo contribuye al progreso de esos socios. Y, de manera simétrica, ellos representan una fuente de aprovisionamiento para la UE, especialmente de energía. Nuestra dependencia energética no va a desaparecer, aunque se atenúe mediante la promoción de las ecotecnologías, la eficiencia y un consumo responsable.
Un aumento del 10 dólares del precio de barril de petróleo conduce a transferir de los países importadores a los exportadores el equivalente a 1,5 veces el Presupuesto total de la UE. La respuesta, por tanto, no puede limitarse a medidas presupuestarias o reformas internas; debe conllevar una dimensión política exterior, dirigida a promover y mantener la seguridad y estabilidad internacional. El consumo energético por habitante de los 25 Estados de la UE es dos veces más elevado que el de los países de nuestro entorno, mientras que nuestra producción de petróleo es cuatro veces menor. Eso subraya la importancia de nuestra política de vecindad.
En la Unión hay voluntad y capacidad de progreso. Pero es en el exterior donde están nuestros principales desafíos. Nuestro sentido de la iniciativa es primordial. Europa debe mostrar la vía en investigación e innovación a escala mundial. La interdependencia global no hace más que acentuar el beneficio para los pioneros, permitiéndoles fijar estándares internacionales, como demuestra el ejemplar éxito del GSM en la telefonía móvil. Airbus y Galileo son al tiempo un éxito actual y un desafío futuro de una Europa que debe seguir liderando y no contentarse con replicar éxitos de otros. La investigación médico-farmacéutica y el desarrollo de las ecotecnologías (como el filtro de partículas para automóviles, una premier mundial de origen europeo) son logros emblemáticos del carácter transversal e integral de la estrategia de Lisboa y de la estrategia de desarrollo sostenible.
La promoción internacional de reglas homogéneas en materia social y medioambiental se inscribe en el corazón de nuestras prioridades. En un momento en que la Unión refuerza sus propias exigencias, debemos velar para mantener el mismo nivel en la escena internacional, evitando toda distorsión a la competencia. Nuestra influencia global debe traducirse también en nuestra capacidad para promover y difundir nuestro planteamiento en protección de propiedad intelectual o regulación de actividades económicas y financieras.
Tanto el saldo de la balanza comercial como el de la balanza de pagos reflejan de manera elocuente nuestra competitividad y atractivo. Sin embargo, el atractivo de la UE, cuya estabilidad macroeconómica está amenazada por las consecuencias presupuestarias y sociales del envejecimiento, no debe limitarse al flujo de capitales. Los resultados económicos, sociales y medioambientales mejorarán si somos capaces de atraer estudiantes, investigadores y, en general, a todos los que estén dispuestos a participar en la aventura europea
La concreción interna y la realización efectiva de los objetivos de la estrategia de Lisboa y de la estrategia de desarrollo sostenible reforzarán la credibilidad externa de la Unión. Al mejorar los resultados económicos, sociales y medioambientales de nuestro modelo damos los medios de promoverlo en la escena internacional.