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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las pretensiones de Kirchner

Cuando el presidente argentino, Néstor Kirchner, se hizo cargo del Gobierno en mayo de 2003, la situación interna estaba aún bajo el signo de la catástrofe económica y política de diciembre de 2001. Con apenas un 22% de los votos, el nuevo presidente se puso como tarea reconstruir el poder estatal y la influencia de una clase dirigente totalmente desprestigiada y desacreditada.

Dos años después, el canje de la deuda en suspensión de pagos desde 2001 ha logrado la aceptación de bancos y acreedores, merced a la sustancial mejora de la oferta final respecto a la anunciada en Dubai a finales de 2003. Una parte de los acreedores se negó a entrar en la operación. Pero los títulos de la deuda argentina, que no cotizaban a más del 10% de su valor nominal a comienzos de 2002, se canjean ahora por bonos que cotizan entre el 40% y 50% de ese valor. Y Estados Unidos, el FMI y la banca internacional han saludado, con pocas excepciones, el resultado del canje.

Tras el éxito del programa de canje de la deuda, Argentina afronta ahora el segundo gran eje de su regreso a la normalidad: el acuerdo de contratos y tarifas con las empresas privatizadas. Un conflicto que ha llevado a muchas empresas a demandar al Ejecutivo argentino ante el tribunal de arbitraje del Banco Mundial (entre ellas, las españolas Telefónica, Gas Natural, Aguas de Barcelona y la filial chilena de Endesa).

Kirchner ha invitado a las empresas que no acepten su oferta a que abandonen el país. Y el jueves animó a los ciudadanos a que boicoteen los productos de la petrolera Shell, debido a que sus subidas de precios contribuyen a incrementar una inflación sobre la que el Gobierno parece estar perdiendo el control. Pero, más allá de esta retórica populista, Kirchner mantiene negociaciones con todas las grandes empresas extranjeras de servicios públicos. Y acaba de lanzar un mensaje en la buena dirección con su apoyo al presidente boliviano Carlos Mesa, defensor de la inversión de Repsol, Petrobras y Suez, y en contra de los nacionalistas extremos del país del Altiplano.

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