Confusión en torno a las divisas
El euro y el dólar andan como el gato y el ratón de un tiempo a esta parte. Primero sube una de las divisas y al cabo la otra toma el relevo. En ocasiones parece que la política de la administración estadounidense apunta hacia una caída controlada del dólar y en otras ocasiones el mercado tiene la sensación contraria.
Así, si desde hace alrededor de año y medio el G7 daba vía libre -o al menos esa fue la interpretación del mercado- a la depreciación paulatina del dólar, en los últimos dos meses algunos operadores de divisas señalan que se ha producido un cambio en el enfoque. La tesis que sostienen es que las subidas de tipos de interés practicadas por la Reserva Federal de Estados Unidos no han tenido efecto sobre los tipos a largo plazo y, en consecuencia, no han enfriado el mercado de crédito como debían. De modo que Alan Greenspan ha aconsejado que el endurecimiento monetario se produzca también por la vía de las divisas, fomentando una recuperación del dólar o, cuando menos, poniendo freno a la caída.
La idea resulta un contrasentido en cierto modo, puesto que en teoría lo necesario para el equilibrio, y para que se normalicen los precios de la deuda en Estados Unidos, es o bien una depreciación del dólar -que arreglaría el desequilibrio comercial- o bien una subida de los tipos a largo -que permitiría que las inversiones asiáticas estuviesen correctamente remuneradas.
Lo único que admite poca discusión es que el panorama aparece más farragoso a cada día que pasa, puesto que hace dos meses las dudas se limitaban a la velocidad en la caída del dólar. Dado el hecho, además, de que la caída del dólar frente a las divisas asiáticas no aparece en el abanico de escenarios en el corto plazo, el binomio dólar-euro absorbe todos los baches del camino, que no son pocos. De este modo, aunque la tendencia del dólar frente al euro no está muy definida por el diferencial de crecimiento y tipos de interés, el dólar baja estos días por sus desequilibrios internos y respecto a Asia.