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UE

El Parlamento europeo, dividido por la agenda 'ultraliberal' de Bruselas

La Comisión Europea presidida por José Manuel Durão Barroso vive atenazada por el temor al Parlamento Europeo. El portugués tropezó con la Eurocámara cuando se empecinó en mantener al ultraconservador Rocco Buttiglione como candidato a la cartera de Justicia. Barroso calculó mal la amenaza y su error estuvo a punto de costarle el despacho en Bruselas sin haberlo siquiera estrenado.

Desde entonces, el antiguo primer ministro portugués y sus 24 comisarios extreman la cautela y el tacto en sus relaciones con la institución presidida por José Borrell.

La semana pasada, sin embargo, Barroso sintió de nuevo la hostilidad de Estrasburgo. Su programa de trabajo para el año 2005 sólo obtuvo el respaldo de 264 parlamentarios (de 732), mientras que 201 votaron en contra y 37 se abstuvieron. El líder socialista europeo, Martin Schulz, advierte que 'esa votación deja claro que será necesario nuestro apoyo para aprobar las iniciativas legislativas'.

El grupo socialista (202 escaños) reprocha a Barroso el carácter 'ultraliberal' de su programa de reformas económicas, pues consideran que antepone el crecimiento económico a las conquistas sociales. Barroso también ha herido la sensibilidad de los Verdes (42 escaños), al distanciarse del compromiso de la anterior Comisión con iniciativas como el Protocolo de Kioto.

Aun así, Hans-Gert Pottering, máximo dirigente del grupo Popular, señala que 'la mayoría del Parlamento respalda la política de Barroso'. Los 268 escaños de su grupo, sin embargo, están casi un centenar por debajo del umbral de la mayoría simple.

El equilibrio resulta especialmente frágil en un Parlamento que tras las elecciones de junio de 2004 quiere demostrar su creciente poder en la Unión y presentar el control de la Comisión como un debate tradicional entre progresistas y conservadores. Ya hay quien augura que esa batalla impedirá que Barroso llegue al final de su mandato en 2009.

Las mismas alarmas, sin embargo, se dispararon durante los primeros meses de Romano Prodi en Bruselas. El italiano se quedó hasta el final de su mandato. E incluso tuvo que prolongarlo 22 días para dar tiempo a que Barroso se ganase la confianza del Parlamento.

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