La nobleza ni se compra ni se vende
Como ocurre con el cariño, con la sangre no se juega ni se le pone precio aunque sí tiene valor. Y esto es lo que vale un título, 'es el poder de la sangre, el derecho al propio nombre, a las señas de identidad', afirma Jaime de Salazar y Acha, académico numerario de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Lejos de la creencia errónea de que quien quiere un título lo compra, ni todo el oro del mundo serviría para que un plebeyo se convirtiera en noble. Otra cosa es que se hagan méritos y el Rey cree y conceda una dignidad a quien considere, como así ha hecho con Salvador Dalí, Marqués de Púbol; Adolfo Suárez, Duque de Suárez o Camilo José Cela, Marqués de Iria Flavia, entre otros.
'Los títulos nunca se han podido comprar, aunque según las épocas y por haber realizado grandes donaciones, el Rey concedía títulos', explica Javier Alvarado, Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones de la Uned. Al margen de esta concesión real, que ahora exige la aprobación del Consejo de Ministros, las dignidades se poseen por transmisión (cesión o sucesión) y por rehabilitación de un título que está vacante (no ocupado por nadie). Estas transmisiones siempre serán entre familiares de hasta el sexto grado. Si no se puede comprar, un título tampoco se puede vender, ni decidir con libertad a quien se quiere dar.
En las transmisiones y rehabilitaciones se abona el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales. Incluso si se adquiere el título por fallecimiento no se paga el Impuesto sobre Sucesiones, sino el de Transmisiones. Si la dignidad pasa entre ascendientes y descendientes o entre hermanos, se pagan 2.350 euros por un título con grandeza, 1.679 por una grandeza o 670 euros por un título. En otras transmisiones (transversales), las tarifas van de 5.888 euros a 1.679.
Las rehabilitaciones son más caras, entre 14.118 y 4.040 euros. Pero lo más difícil de la rehabilitación no es tener dinero, sino que el expediente prospere. Un requisito básico es que el título esté vacante (no ostentado por otro), pero no por más de 40 años. Ahora, una dignidad vacante anterior a 1965 no podría rehabilitarse. Y es el Rey quien debe aceptar y firmar la rehabilitación y, según afirma De Salazar en tono distendido, 'el Rey es un poco rácano'. Es decir, que si le llega un informe poco favorable, aunque haya otros favorables, opta por no firmar.
Por si fuera poco, al solicitante se le piden 'méritos que excedan del cumplimiento normal' de su cargo o profesión. Según el Ministerio de Justicia, al año se tramitan dos o tres rehabilitaciones. También hay que presentar un árbol genealógico que acredite el parentesco y tras presentar la solicitud (en la Unidad de Títulos Nobiliarios dependiente del Ministerio de Justicia), se abre un plazo por si alguien 'con mejor derecho' quiere reclamar el título. Si no aparece nadie, el expediente pasa al Consejo de Estado y a la Diputación de la Grandeza, un órgano consultivo que aglutina a unos 300 nobles y está presidida por Enrique Falcó, Conde de Elda. De ahí va al Rey que, a la vista de la información presentada, puede o no firmar.
Un título no conlleva ningún privilegio. Según recuerda De Salazar, los Grandes de España han tenido pasaporte diplomático hasta su supresión en 1971, pero nada más. Sobre si los nobles son o no ricos, Manuel Fuentes de Gilbert, Barón de Gavín, recuerda que 'tienen instinto de supervivencia y, por ejemplo, en el siglo XIX del campo se pasaron a las finanzas y la banca'. Pero ahora, un título no va asociado ni al poder ni al dinero. Claro que 'preferimos la discreción', dice el Barón de Gavín, quien recuerda una frase de su padre: 'Hay que caminar en zapatillas porque cuando caminas haces poco ruido y cuando pisas no haces daño'.
Especialistas en heráldica y genealogía
'Empecé a estudiar el apellido de mi familia y me aficioné a la genealogía', explica uno de los cien alumnos que en la actualidad estudian en el único curso oficial sobre Derecho Nobiliario y Premial, Genealogía y Heráldica que existe en España y que se imparte en la Uned. El máster (www.uned.es/master-der-nobiliario) es de dos años, pero hay un curso de experto de un año. El máster cuesta 1.500 euros y el curso, 680 euros.
Ni para mujeres ni consortes
Cuentan las malas lenguas que fue grande y manifiesto el disgusto de Marina Castaño, viuda de Camilo José Cela, cuando a la muerte del escritor, se enteró de que era el hijo de éste y no ella quien heredaría el marquesado de Iria Flavia, un título que en 1996 concedió el Rey a Cela. Su situación no es excepcional ni viene motivada por el hecho de ser mujer.Por matrimonio sólo se tiene derecho a utilizar el título en calidad de consorte. Por ejemplo, María Teresa Adanez y Montoya es condesa de Casa Fuerte, una dignidad que su marido sólo ha tenido en calidad de consorte. En vida, cada uno puede ser llamado conde o condesa, marqués o marquesa o el título que corresponda. Pero una vez fallecido el titular de la dignidad, el viudo o viuda perderá el derecho.De manera informal, al tiempo que incorrecta, se utiliza la expresión baronesa viuda o, por ejemplo, en el caso de Marina Castaño, marquesa viuda de Iria Flavia, pero esto sólo es una forma de hablar.Además de los consortes, también están en desventaja las mujeres. A la mujer le llega un título si no hay hombre en su familia con derecho a suceder. El Tribunal Supremo, entre 1986 y 1997 afirmó que esta preferencia del varón sobre la mujer infringe el principio de igualdad. Pero el Constitucional señaló que el título es de carácter simbólico y, por tanto, irrelevante su régimen de transmisión por herencia.A partir de 1997, el Supremo ha señalado la preferencia del varón sobre la mujer.