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CincoSentidos

Pisos para estudiantes a cambio de compañía

Yomari Velásquez es colombiana, tiene 19 años y estudia ingeniería agrícola en Castelldefels, una población costera a 20 kilómetros al sur de Barcelona. De vez en cuando les dice a sus compañeros de carrera: 'Me voy, que me espera mi abuela'. Se refiere a María José Echarte, barcelonesa, de 88 años y viuda desde hace seis. Es una verdad a medias, porque es cierto que la espera, pero no que sea su abuela. Las dos comparten el piso que María José tiene en el barrio barcelonés del Eixample y son una de las 224 parejas de piso formadas gracias al proyecto Vive y convive, creado por la Obra Social de Caixa Catalunya.

El programa está pensado para personas mayores de 65 años, sin límite de edad, siempre que puedan valerse por sí mismas, con una habitación libre en su piso y que prefieran vivir acompañadas, y para estudiantes matriculados en alguna universidad, menores de 30 años, que no residan en la misma ciudad, no puedan pagarse un alojamiento y estén dispuestos a proporcionar las ayudas que se pacten. Así, los mayores ponen el piso y los estudiantes, la compañía.

Aunque a algunos les pueda parecer simplemente una salida imaginativa para los jóvenes para retardar la solución al problema de la vivienda, los organizadores insisten en que se trata de promover una relación sin ánimo de lucro, 'solidaria y de ayuda mutua entre las dos generaciones'. Y lo cierto es que en el caso de Yomari y María José el intercambio funciona, desde el pasado mes de septiembre.

Los mayores reciben 90 euros al mes y los estudiantes, 480 euros al año

'Yo vivía con mi madre en La Garriga (a 45 kilómetros al norte de Barcelona). Desde allí es muy difícil ir cada día a la universidad a Castelldefels y no puedo pagarme una habitación en un piso compartido. Lo mínimo que te piden son 250 euros por una habitación en un piso que mejor no ver cómo está', cuenta.

Por su parte María José tiene alguien con quien contar 'por si surge algún problema por la noche'. Desde luego no da la impresión de quedarse en casa esperando a que Yomari llegue. De vez en cuando sale a jugar al bridge con sus amigas y si es necesario, coge el autobús para ir a casa de su hija o de alguno de sus dos nietos. Aparenta muchos menos años de los 88 que tiene y dice que la clave para mantenerse así es 'tratar sólo con gente agradable'.

Yomari tuvo que firmar un contrato antes de iniciar la convivencia en el que se comprometía a esforzarse por comunicarse con María José, a encargarse ella misma de su ropa y de su comida (para evitar ser una carga para la otra persona), a dormir en casa seis días a la semana y a llegar antes de las diez de la noche. En este caso no hay ninguna condición más, porque María José no exige que se le acompañe al médico o que se le compren medicinas, dos peticiones muy habituales en los contratos.

Compensación económica

El programa está dotado con dos compensaciones económicas financiadas por la obra social de Caixa Catalunya y que por su cuantía 'no desvirtúan su sentido solidario'. La persona mayor cobra 90 euros mensuales, que sirven para cubrir los gastos extras que tiene que afrontar por el incremento de gasto en los recibos de agua, de gas y de electricidad. El uso del teléfono está excluido para evitar abusos. Por su parte, el alumno recibe una ayuda económica de 480 euros por curso académico para pagar parte de la matrícula.

El periodo de convivencia pactado es de diez meses y si ambas partes están de acuerdo, se prorroga mientras duran los estudios.

María José Echarte se enteró del programa por casualidad, hace algo más de seis años, cuando su marido todavía vivía. Paseaba por el Paseo de Gracia y se encontró con dos amigas que le explicaron el proyecto de Caixa Catalunya. 'Había que informarse en el edificio de La Pedrera, que está muy cerca, por eso fui, me pareció bien y me apunté', explica.

En estos seis años, María José ha acogido en su piso dos mexicanos, primero a Juan Carlos y después a Gerardo, con los que todavía se cartea. Yomari se enteró en una revista universitaria y le pareció una idea estupenda, justo lo que necesitaba para solucionar su problema.

En España funcionan desde hace diez años varios proyectos similares organizados por universidades, ayuntamientos y ONG. En el curso académico 2003-2004 el proyecto Vivir y convivir de Caixa Catalunya permitió crear 224 parejas de personas mayores y estudiantes en toda España. De ellas, 148 viven en Barcelona o poblaciones de alrededor, 58 en el resto de provincias catalanas, 12 en la Comunidad Valenciana y las seis restantes en la Comunidad de Madrid.

Experiencias en Madrid, Vitoria y Granada

Mayores de 65 años y estudiantes de varios puntos de España pueden acogerse a iniciativas similares. En Madrid, a parte del programa de Caixa Catalunya, también funciona el gestionado por la ONG Solidarios para el Desarrollo, que da prioridad a alumnos de la Universidad Complutense, pero que acoge a estudiantes de todas las universidades de Madrid. En este caso la convivencia no incluye ninguna compensación económica adicional. El programa, que funciona desde hace diez años, ha facilitado este curso la formación de 170 parejas en Madrid y poblaciones de alrededor. La Universidad de Granada y el Ayuntamiento de aquella ciudad gestionan uno de los programas más antiguos de España, y la Universidad del País Vasco, junto a la Diputación y el Ayuntamiento de Vitoria impulsan un proyecto similar.

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