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Tribuna
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El movimiento se demuestra andando

Estos días en que se discute intensamente sobre la Constitución europea, uno de los argumentos más mencionados a su favor es su contribución para hacer de la UE un referente sólido en la defensa del desarrollo y los Derechos Humanos.

Los responsables de la Unión tienen una oportunidad de oro para demostrar con hechos su voluntad de avanzar en dicha dirección. Hoy mismo, los ministros de Desarrollo se reunirán para discutir la manera en que la UE puede contribuir a que todos los países alcancen los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en 2015. La receta es conocida: aumentar la ayuda al desarrollo, aliviar la carga de la deuda externa y cambiar las reglas del comercio internacional.

Desgraciadamente, las promesas no se están cumpliendo. Los países más desarrollados destinan a la ayuda internacional recursos equivalentes, en relación a su ingreso, a la mitad de lo que destinaban en 1960; los más pobres siguen atrapados por la deuda, pagando 100 millones de dólares al día; y el comercio internacional está sumido en una encrucijada por culpa de reglas que benefician a las grandes potencias.

En estos tres frentes la UE tiene mucho que decir. En ayuda al desarrollo, cuatro de los cinco únicos países que destinan el 0,7% de su renta a los países más pobres son miembros de la UE. Otros, entre ellos España, se han comprometido a hacerlo a medio plazo, pero son muchos los que aún están muy lejos.

La mayoría de los miembros de la UE han asumido compromisos bilaterales para la condonación de la deuda de los más pobres. Pero están fallando a la hora de utilizar su poder en los organismos internacionales (fundamentalmente Banco Mundial y FMI), principales acreedores de los países menos desarrollados.

Cuando se produce un tenso debate en el seno de estas instituciones, la UE debe hablar de manera conjunta, defendiendo la cancelación de la deuda multilateral de los países que lo necesiten para alcanzar los ODM.

Es en el comercio donde la UE tiene el gran reto de demostrar que su compromiso con el desarrollo es sincero. Aquí se hizo acreedora de prestigio con la iniciativa Todo menos Armas, en 2001, al dar acceso ilimitado a los mercados europeos a todos los productos de los países más pobres. Pero su impacto real ha sido mínimo. Más del 99% de los productos ya eran elegibles para acceder sin aranceles, mientras que el acceso de otros clave, como el azúcar o el arroz, fue pospuesto por chocar con intereses de los países miembros. El mejor test para ver si Europa está dispuesta a convertirse en referente del desarrollo será su decisión en relación al dumping de productos agrícolas subsidiados en los mercados de los países pobres, que está condenando a la pobreza a millones de agricultores.

España acude a estas reuniones en una posición ambigua. Aunque se encuentra en el furgón de cola de los donantes de ayuda, se ha comprometido a incrementarla en los próximos cuatro años. Además, acaba de anunciar una importante iniciativa de conversión de deuda externa por educación en América Latina, pero nunca se ha pronunciado sobre la cancelación de la deuda multilateral. Como en toda la UE, es en el comercio internacional donde el presidente Zapatero se juega la credibilidad de su apuesta por la lucha contra el hambre y la pobreza.

Mientras Europa toma sus decisiones, la población mundial se está movilizando en una iniciativa, que ya ha sido apoyada por distintas celebridades internacionales.

Esperemos que la ola de solidaridad generada por el tsunami no desaparezca y se convierta en un auténtico compromiso por ubicar las necesidades de los más pobres en lo más alto de la agenda internacional.

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