Cuando el banco es una cooperativa
En muchas zonas de España, la figura bancaria predominante no es ni un banco ni una caja de ahorros. Hay regiones en las que las cajas rurales son las intermediarias de la mayoría de las transacciones financieras. A simple vista, no hay diferencias, y lo cierto es que en el día a día no tiene por qué haberlas.
Las cajas rurales son sólo uno de los tipos de cooperativas de crédito que existen en nuestro país. A diferencia de las cajas de ahorros y monte de piedad, que están constituidas bajo la forma jurídica de fundaciones de naturaleza privada, con finalidad social, y los bancos -sociedades anónimas cuyo capital pertenece a los accionistas-, las cooperativas de crédito, cuyo origen se remonta a comienzos del siglo pasado, son empresas societarias de base cooperativa de carácter privado, cuya titularidad corresponde a los socios. A su vez son éstos los administradores mediante la elección democrática de sus órganos rectores.
Aunque la banca cooperativa nace vinculada al sector agrario y rural, estas entidades no están sólo arraigadas al sector primario. 'Hoy forman parte de ella la banca rural, popular vinculada a determinadas actividades profesionales y empresariales y ligada a grupos relacionados con la industria, los gremios, el comercio como la Cooperativa de Mondragón y profesional orientadas al servicio de determinados colectivos profesionales como la Caja de Ingenieros o la Caja de Arquitectos', señalan desde la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito (Unacc). Desde algunas de estas cajas sostienen que, en muchos casos, su objetivo varía en función de la zona en la que están implantadas.
En lo que respecta a su actividad bancaria, ésta no difiere de la que desarrollan los bancos y cajas. Como éstos, ofrecen una amplia gama de productos y servicios que abarcan desde la operativa de valores a los mercados de capitales y gestión de activos, actividades empresariales, asesoría jurídica y todo tipo de productos de leasing, renting, medios de pago, fondos y planes, seguros de vida. Todo ello a través de canales tradicionales y también alternativos.
La concesión de préstamos hipotecarios y al consumo es la excepción, ya que en la mayoría de los casos se exige ser cooperativista para poder suscribirlos. Esta condición, sin embargo, conlleva la ventaja de que permite beneficiarse de los resultados positivos de la entidad en caso de haberlos. 'La clave diferencial de las cajas rurales está en la identificación con las necesidades financieras de su amplia base social manteniendo su compromiso territorial y respetando los principios cooperativos', explican fuentes de la Unacc.
En la actualidad el grupo de cooperativas, que conforma uno de los principales grupos bancarios operativos en el sistema financiero español, según la Unacc, se eleva a 83, 77 son cajas rurales, dos son cajas populares y cuatro son cajas profesionales.
Plataformas comunes
Para la prestación de todos estos servicios y productos, estas cooperativas cuentan con el Banco Cooperativo Español, creado en 1990, que es una especie de tesorería del sector y actúa como puerta a los mercados de capitales.
También en común, las cajas tienen un centro de desarrollo tecnológico, Rural Servicios Informáticos (RSI), y una unidad de seguros (Seguros RGA) y planes de pensiones. Todas estas participadas forman parte del Grupo Caja Rural, creado en 1989, en el que están integradas la mayoría de estas cajas.
La fórmula, sin embargo, no es exclusiva de España. En Europa, la banca cooperativa cuenta con una larga tradición. Significativos son los casos del Okobank finlandés, el Rabobank en los Países Bajos o Crédit Agricole en Francia, entre otros.