El sector exterior, en primera plana
La Bolsa española, al igual que los invitados que remolonean al final de las fiestas, está siendo la última en cotizar el enfriamiento de expectativas que afecta a los mercados internaciones, comenzando lógicamente por los de Estados Unidos. El inversor ha optado por la toma de plusvalías y se ha puesto en guardia como no lo hacía desde unos cuantos meses. Lo que significa que está dispuesto a reaccionar con prontitud a cualquier atisbo de noticia, y que adopta un perfil ligeramente negativo ante éstas.
El tema de ayer era el déficit comercial de Estados Unidos. La cuestión de las balanzas comerciales nunca termina de estar clara entre la comunidad de bolsistas. Mientras para algunos es un desequilibrio que termina pasando factura de forma poco menos que inexorable, pues obliga en el medio plazo a una política restrictiva para sostener las monedas, otros señalan que el dato por sí solo no es relevante ya que, por ejemplo, un déficit alto significa que una economía funciona y que los consumidores tiran convenientemente de sus tarjetas de crédito... aunque sea para comprar productos extranjeros.
Ayer, no obstante, el dato de déficit estadounidense se tradujo en caídas de las Bolsas. Desequilibrios de este calibre escaman desde hace ya mucho tiempo a los bolsistas más tradicionales, para quienes la confianza en la capacidad de crecimiento y de atracción de capital por Estados Unidos tiene un límite. Sobre todo, cuando se conjuga con un Gobierno que gasta mucho más de lo que gana.
La tendencia de la política monetaria estadounidense debería favorecer al dólar, pues la Fed subirá tipos en las próximas reuniones. También las perspectivas de crecimiento pintan mejor en EE UU que en el resto del mundo. Con lo que el dólar se encontrará, se encuentra ya, entre fuerzas encontradas, puesto que la brecha comercial no tiene visos de solucionarse con facilidad.
Algo no cuadra. Pero no es menos cierto que los puzzles económicos exactos sólo se pueden ver en los manuales.