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Columna
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Gobernar y resistir

El Gobierno está tomando iniciativas de cambio social para mejorar el futuro de los españoles, según el autor, quien se pregunta si no es hora de poner énfasis también en las iniciativas de política económica, con medidas de transformación estructural que mejoren las reglas de juego

Creo que fue el presiente Leopoldo Calvo Sotelo -y si no es correcta esta atribución que me disculpe- quien dijo en una ocasión que gobernar era resistir. Desde luego, no le faltaba razón al decirlo. En una sociedad democrática las legítimas presiones de unos y otros grupos, las exigencias inmediatas de cambio legislativo, las urgencias de unos y otros hacen de la labor de resistir propuestas que en sí mismas pueden parecer razonables, pero que puestas junto a otros aspectos de la realidad resultan incongruentes, una tarea responsable y meritoria. Tanto más si atendemos a las que se suscitaron en los difíciles tiempos en que Calvo Sotelo tuvo que encargarse de la gobernación de España: después del 23 de febrero de 1981, en pleno reagrupamiento de fuerzas ante el desorden autonómico (recuérdese la Loapa), con unas graves crisis económica e industrial y con las perspectivas de pérdida de poder de su propio partido, la UCD.

Sin embargo, gobernar no es sólo resistir. Es sobre todo liderar, proponer, prever y evitar situaciones de riesgo político, orientar el debate público hacia objetivos de gobierno que interesen a la ciudadanía y transmitir a través de la iniciativa política y de la claridad de las políticas del Gobierno a los ciudadanos y a los agentes económicos y sociales la seguridad de que las cosas están bajo control y su evolución se orienta dialécticamente hacia acuerdos positivos.

Por supuesto que ningún partido político puede elegir las circunstancias en las que le toque gobernar ni puede aspirar, en una sociedad abierta, a generarlas por su sola voluntad. Las circunstancias son las que son y se manifiestan libremente, aunque no necesariamente de manera espontánea ni auténtica (al margen de que su relevancia sea sentida de manera diferente por unos u otros, como generalmente es el caso).

Que el Gobierno actual se haya encontrado en su camino la inexorable marcha del plan Ibarretxe o el sentimiento generalizado en Cataluña de la necesidad de una reforma estatutaria no es su responsabilidad ni el producto de sus planes políticos. Pero el manejo de estos temas sí es su responsabilidad aunque la comparta con otras fuerzas políticas y con otros protagonistas mediáticos y sociales. La mezcla adecuada aquí de resistir, por un lado y tomar iniciativas por otro, será piedra de toque para juzgar a este Gobierno, porque aunque la responsabilidad sea compartida, la atribución de la misma por parte de la ciudadanía no será simétrica.

Este tipo de acontecimientos generan inquietud e incertidumbre, lo que generalmente no es bueno ni para la convivencia democrática ni para la marcha de los negocios y la mejora del bienestar social. Con su actitud serena frente al desafío nacionalista vasco el Gobierno está contribuyendo a reducir dicha inquietud, y lo seguirá haciendo siempre que siga transmitiendo una absoluta firmeza en sus posiciones de defensa de la Constitución y de los derechos generales de los ciudadanos de Euskadi, rechazando cualquier discriminación jurídica o política entre ellos mismos y con el resto de los ciudadanos españoles.

Pero esto (que es imprescindible) es sobre todo, resistir. El Gobierno debe impedir que la agenda de sus compromisos con los ciudadanos se la marquen desde afuera aunque tenga que atender a cualquier problema que se plantee en su momento.

El Gobierno debe tomar iniciativas de transformación social que garanticen un futuro mejor para los españoles y contribuyan a reforzar la imagen de su liderazgo y capacidad de orientación del debate político. Lo está haciendo ya en el terreno de los derechos civiles y sociales, aunque todavía quede agenda por desarrollar sobre esos temas. Lo hace igualmente en el terreno de la lucha contra el terrorismo. ¿No sería hora de que pusiera mayor énfasis en las iniciativas de política económica con un conjunto de medidas de transformación estructural que mejoraran las reglas del juego económico?

Resistir las tentaciones de descarrilamientos presupuestarios es enormemente meritorio, pero no basta. Proponer nuevas metas en educación e inversión en capital humano, mejorar la transparencia y las reglas del juego competitivo en mercados e instituciones, flexibilizar el funcionamiento de muchas de éstas, desarrollar la sociedad de la información y el conocimiento son desafíos programáticos que convendría abordar dentro de un plan ambicioso, pero creíble, cuya propuesta reduciría la incertidumbre que otros acontecimientos proyectan sobre el estado de ánimo de empresarios y consumidores, al tiempo que encauzaría preocupaciones y recursos de ingenio hacia la agenda que preocupa la gran mayoría de españoles.

Por supuesto que ello no evitará que la opinión pública siga preocupada por la marcha de otros acontecimientos no menos importantes y particularmente por los de carácter territorial. Pero la impresión más inadecuada que se puede transmitir es que los nacionalismos minoritarios diseñan la agenda de la gobernación y obligan al gobierno a olvidar otros objetivos de la mayor importancia.

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