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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trato de lujo al automóvil

La industria automovilística europea recibirá mañana en Bruselas una especie de reconocimiento a su especial contribución a la economía del Viejo Continente (representa el 6% del empleo en el sector manufacturero). El flamante comisario de Empresa e Industria, el alemán Günter Verheugen, lanzará junto a su compatriota y presidente de Volkswagen y de la patronal europea del sector, Bernd Pischetsrieder, los trabajos de un grupo de alto nivel destinado a colocar los intereses del sector entre las prioridades de la Comisión Europea.

Los fabricantes se han quejado repetidamente de la avalancha de normas comunitarias puestas en marcha sin contar con el sector. En respuesta a ese lamento, el grupo analizará el impacto de la regulación en la competitividad de la industria.

Bruselas hace bien en escuchar al sector, en un momento en el que, como el resto de la producción industrial europea, afronta el surgimiento de poderosos rivales fuera de sus fronteras. Pero la consulta permanente y transparente con los fabricantes no debe frenar la ambición social y medioambiental de la legislación comunitaria. Esas normas imponen a corto plazo mayores costes, pero pueden colocar a las empresas europeas a la vanguardia de tendencias que, tarde o temprano, todos los países deberán seguir. Se trata de buscar, entre todos, el equilibrio.

La defensa ante la creciente competencia exterior no debe llegar por reducir los estándares, sino por un aumento de la productividad, de la inversión en investigación y de la adaptación a las necesidades reales del mercado. Esa es la respuesta que intentan dar estos días en el Salón de Detroit los fabricantes estadounidenses, que atraviesan en su propio mercado una situación mucho más crítica que los europeos. Pero éstos también acabarán sintiendo el mordisco de los rivales japoneses, coreanos y, tarde o temprano, chinos, en unos mercados locales que presentan signos evidentes de saturación (a pesar de excepciones como el español, que el año pasado marcó un récord histórico de ventas por encima del millón y medio de unidades). Lo mejor es prepararse con realismo y sin lamentaciones estériles.

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