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CincoSentidos

'El teatro debe provocar la reflexión'

La hija del aire, de Calderón, ha tenido que dar la vuelta al mundo para finalmente estrenarse el pasado día 21 en el Teatro Español de Madrid (Príncipe, 25. Hasta el 16 de enero). Fue en el año 2000 cuando Rafael Pérez Sierra, entonces director del Teatro Clásico, encargó a Jorge Lavelli montar una obra de Calderón.

Eligió La hija del aire, pero cuando iba a formar el reparto y comenzar los ensayos, expulsaron a Pérez Sierra y se anuló el proyecto. Una decisión difícil de entender para alguien que ha ocupado puestos de dirección (el Théâtre National de la Colline de París durante diez años) y defiende que el teatro debe ser independiente.

Tres años más tarde, Klive Staiff, director del Teatro San Martín de Buenos Aires, le preguntó si tenía un proyecto que proponerle y Lavelli le ofreció La hija del aire. La obra se estrenó allí el pasado mes de agosto y ha recibido cuatro Premios Teatro del Mundo que otorga la Universidad de Buenos Aires.

Al director bonaerense nacionalizado francés en 1977 le parecía interesante recuperar el repertorio clásico, que aportaron muchos actores españoles a la escena bonaerense tras la guerra civil. 'Por principio no hago ningún autor como una reconstrucción de algo. Me interesan los autores que trabajan con la imaginación, que hacen su trabajo en libertad'. 'El teatro tiene que sacudir a la gente, despertarla, provocar la reflexión. Tiene que tener una utilidad, que puede ser aportada por un clásico o por un contemporáneo'.

Para el director, La hija del aire es ejemplar, por su forma, tema y contenido. Su puesta en escena está inspirada en la segunda parte de la obra, cuando Semíramis ya es reina de Babilonia y ejerce plenos poderes sobre sus tierras y sus súbditos. Hay voces del pueblo que reclaman el poder para su hijo, el príncipe Ninias, pero para ella dejar el poder es como morir, así que se hace pasar por su hijo. 'Es una formidable idea de Calderón, desdoblar el poder de esta manera', asegura Lavelli, a quien se le ocurrió la idea de que Blanca Portillo interpretase a Semíramis y a Ninias. 'Es una de las actrices más imaginativas y de más fuerza que he conocido'.

Calderón se inspira en la leyenda, pero está hablando de sus contemporáneos evidentemente, recuerda el director. 'Es también una manera de evitar a la censura, porque la leyenda está fuera de la historia'.

Los clásicos han tocado los problemas esenciales de la existencia. La hija del aire es un caso ejemplar, reconoce Lavelli, en el sentido de que 'la obra no sólo analiza la ambición del poder y el desmedido uso del poder, sino que también está haciendo una crítica, está tratando con ironía la teatralidad del poder'.

'Semíramis sustituye a Ninias porque piensa que es un débil y cree que el pueblo va a venir a buscarla -continúa el director-, sin embargo, el chico seduce, el pueblo simpatiza con ese joven cuando llega a la corte, porque reconoce en él a una persona moderada, que no es un salvaje y quiere ser justo. Cuando la reina vuelve con el traje de Ninias, deshace todo lo que él había construido'. Ambición, egocentrismo, son temas que tienen actualidad. Para Lavelli puede suceder en monarquía, absolutismo o democracia. 'El abuso del poder es el pecado de nuestra democracia, sea en lo político, económico, periodístico o en cualquier orden donde el poder no esté controlado puede existir el abuso. De todas esas cosas está hablando Calderón, por eso me parece ejemplar'.

'En cualquier orden donde no haya control en el poder puede existir el abuso'

Relación entre clásicos y modernos

A Jorge Lavelli le interesan los clásicos tanto como los contemporáneos. 'Aunque parezca extraño encuentro una relación entre los autores contemporáneos que hablan de los problemas actuales desde la imaginación con aquellos otros que son los grandes pilares del teatro, que hablan del mundo, del hombre, del poder o la decadencia'. El director ha realizado montajes en los principales teatros y festivales de medio mundo. Introdujo en Francia el teatro de Witold Gombrowicz, del que se celebra en 2004 el centenario de su nacimiento, y a quien está dedicado La hija del aire. Ha dirigido estrenos de Arrabal, Copi, Handke, Ionesco y ha revisitado clásicos como Séneca, Calderón, Goethe, Chéjov y Shakespeare.Ha sido director fundador del Théâtre de la Colline de París entre 1987 y 1996, consagrándolo a la dramaturgia contemporánea. Allí monta, entre otros espectáculos, El público de Lorca o Las comedias bárbaras de Valle-Inclán.También ha estrenado ópera en los grandes coliseos. En el Teatro Real de Madrid, ha puesto en escena Bavel 46 de Montsalvatge y L'Enfant et les Sortilèges, de Ravel.

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