Un informe demoledor
Acaba de publicarse el Informe PISA 2003, comparando los resultados educativos de los jóvenes que cursan enseñanza secundaria en los 30 países miembros de la OCDE. Aun cuando estudios comparativos de carácter internacional tan amplios como éste, basados, además, en pruebas realizadas en los propios centros han de tomarse con cierta cautela, los resultados para España son desoladores. Nuestros estudiantes de secundaria son incapaces de alcanzar la media en 'comprensión de la lectura', 'cultura matemática' y 'cultura científica'. En matemáticas, los jóvenes españoles ocupan el puesto 24 de 30, en lectura el 23 y en cultura científica el 22. Los resultados no sólo empeoran respecto al año 2000 sino que, según los últimos datos disponibles sobre educación en la Unión Europea, España es, de las 25 naciones miembros, la que -con la excepción de Malta y Portugal- experimenta un mayor fracaso escolar entre los 18 y los 24 años y la que tiene la proporción más baja de población con nivel de enseñanza secundaria superior.
Desgraciadamente, la polvareda levantada por tan preocupantes resultados demuestra la conocida resistencia española a reconocer nuestros errores y a aprender de ellos. Los comentarios de los profesores combinan el 'echar balones fuera', las reclamaciones a la Administración, las denuncias a la falta de apoyo de las familias con las criticas más sensatas referidas a la escasa exigencia del nivel educativo tanto en los centros escolares como fuera de ellos, la absurda pretensión de forzar la extensión de la escolaridad a numerosos estudiantes que no desean seguir estudiando o la inútil persecución del espejismo de acuerdo al cual todos han de alcanzar los mismos niveles, culpando a la LOGSE por permitir pasar de curso sin obtener el nivel de conocimientos establecido.
Muchas y variadas observaciones podrían hacerse a tan inquietante panorama, pero debo limitarme, por razones de espacio, a las que me sugiere el comentario con el cual el secretario general de Educación del Ministerio del ramo resumió la, al parecer, postura de ese departamento a los resultados del citado Informe PISA: 'Los resultados obtenidos superan ligeramente a los esperados en un país con el nivel socioeconómico y cultural de España'. Pues bien, la primera mitad de la frase me parece inaceptable y la prueba está en el propio informe. En efecto, en comprensión de la lectura encontramos tres países con una renta por habitante inferior a la nuestra pero cuyos resultados superan a los nuestros -Polonia, Hungría y República Checa-; en matemáticas sucede lo mismo en cuatro casos -República Checa, Eslovaquia, Hungría y Polonia- y en ciencia esos mismos cuatro países obtienen resultados superiores a los de nuestros jóvenes. Pero es más, el propio informe mide la relación entre gasto en educación y resultados educativos, y de acuerdo a sus datos la eficacia del gasto en nuestro país es inferior a los de las cuatro naciones ya citadas.
Puede afirmarse por tanto que la inversión en educación es, indudablemente, importante, pero mucho más decisiva es la idea que se tenga de la educación y la orientación que se imprima para alcanzar los mejores resultados posibles con la inversión disponible en cada caso. Con la absurda pero muy española idea que todo se consigue legislando, hemos padecido, y padecemos, leyes repletas de buenas intenciones y malos resultados -por ejemplo, la Ley Orgánica del Derecho a la Educación, la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, o la de Calidad de la Educación-. Y cuando comprobamos el fracaso siempre nos queda el consuelo simplón de ufanarnos en la igualdad de oportunidades -se entiende ante el fracaso- que adorna a nuestra enseñanza secundaria. Ahora bien, no puedo por menos de dar la razón al secretario general en la última parte de su comentario. Es cierto, nuestro nivel cultural es ínfimo, y lo que es peor, la sociedad española, salvo contadas excepciones, rechaza la obra bien hecha, acaso porque se ha acostumbrado a ver que en casi todos los campos se obtienen parecidos resultados con la chapuza que con el esfuerzo y la diligencia. También aquí la radiografía que ofrece el Informe PISA lo confirma: únicamente el 1% de nuestros estudiantes de secundaria alcanza el 'nivel de excelencia'. Así las cosas, ¿no habrá llegado el momento de hacer 'un pacto de Estado' que siente las bases de la reforma educativa para los próximos 30 años y que todos -Gobiernos central y autonómicos, partidos políticos, estén en el Gobierno o en la oposición, y estamentos educativos- se comprometan a respetar?