Internacionalización en bandada
El autor analiza el proceso de internacionalización de las empresas españolas y sugiere que los organismos que la apoyan deben desarrollar programas más sofisticados que el simple refuerzo de las ventas al exterior. En su opinión, la estrategia se ha de orientar hacia la implantación de empresas en grupo
A lo largo de los últimos 20 años, las empresas españolas han hecho un gran esfuerzo de adaptación a las nuevas realidades económicas y competitivas. Inicialmente, ante el hecho de nuestra incorporación a la UE (1986) y, posteriormente, ante la implantación del Mercado æscaron;nico Europeo (1993), la puesta en circulación del euro y, más recientemente, la última ampliación de la UE. Y todo ello, en un entorno global de creciente apertura de la economía española y de creciente globalización de la economía mundial.
En este proceso, las empresas españolas han recibido el apoyo del Instituto Español de Comercio Exterior (Icex), así como de un conjunto de instituciones autonómicas, tales como el Copca en Cataluña, el Ivex en Valencia y otros.
No se trata ahora de emitir un juicio sobre este apoyo institucional, probablemente muy valioso, aunque también seguramente mejorable en algunos aspectos en calidad y en cantidad. Lo que pretendo subrayar es que una de las características de dicho apoyo institucional ha sido la de estar muy orientado a fomentar la exportación, lo cual me parece muy correcto por varias razones.
La exportación (etimológicamente llevar fuera, estrategia consistente en fabricar en España para vender en otros países) suele ser el primer paso de un proceso más ambicioso de internacionalización empresarial. Nuestro mayor reto como país, en los últimos años, probablemente era lograr que más empresas españolas empezaran a exportar. Y que las que ya se hubieran iniciado en la exportación, ampliaran sus actividades a más países, exportando más productos y en mayor volumen.
Pero en estos momentos, manteniendo los programas de apoyo a la exportación, probablemente sea necesario que el Icex, y las entidades autonómicas que complementan su labor, generen programas capaces de apoyar a las empresas que están avanzando o podrían avanzar hacia estadios más sofisticados de internacionalización. Me refiero fundamentalmente a la creación de filiales comerciales y de fabricación en el extranjero.
En el pasado, las empresas españolas han tomado sus decisiones de creación de filiales en el extranjero de manera casi exclusivamente individual, y probablemente un poco a escondidas, es decir, intentando disimular sus intenciones estratégicas frente a sus competidores locales.
Sin embargo, uno de los mecanismos que se podría utilizar es el que están ya desarrollando con gran éxito las empresas italianas, que se internacionalizan 'en bandada'. Ellos le llaman en inglés the district model. Significa que varias empresas de un determinado cluster o distrito empresarial se coordinan para implantarse todas de golpe y de manera aproximadamente coordinada, en una determinada región de un país extranjero.
De acuerdo con la revista Euroabstracts, Vol. 41, número 6/2003, editada por la Dirección General Empresa de la Comisión Europea, los italianos ya lo han hecho, por ejemplo en Timisoara, Rumania, donde han creado un distrito industrial especializado en productos textiles y de piel. O en Túnez, donde han puesto en marcha el distrito industrial denominado Cartago Fashion City. O en Rusia, donde desarrollan un distrito de fabricación de electrodomésticos en Lipetsk, o el sector agroindustrial en Serbia.
Los distritos originales que emergieron en Italia han sido ya reconocidos legalmente (leyes 317/91, 266/97, y 140/99), y se estima que en el período 2003-2005 recibirán unos 122 millones de euros en recursos. Véase el estudio L'esperienza italiana dei distretti industriali, disponible en el apartado Publicazioni de www.ipi.it.
En España, por ejemplo, las empresas de la cerámica de Castellón, podrían escoger un punto favorable en los países del Este que se incorporaron el 1 de mayo a la UE, o en China, o en Brasil, e implantarse varias simultáneamente y relativamente cerca.
Evidentemente no se deberían implantar tan sólo los fabricantes de cerámica propiamente dichos, sino también sus proveedores aguas arriba y aguas abajo: los proveedores de arcillas, maquinaria, colorantes, diseños, los que hacen el mantenimiento de las máquinas, las empresas de transporte, quienes les prestan servicios informáticos, etcétera.
Se trataría de internacionalizarse en bandada, es decir, de replicar en otro país todo el cluster o conglomerado de empresas de las distintas especialidades operativas que en conjunto componen el sector de la cerámica de Castellón, incluyendo a sus proveedores y las empresas de servicios. De esta manera se aspiraría a replicar en otro país todo el conjunto de economías de escala, y de ventajas económicas y competitivas que se derivan de la concentración sectorial.
Naturalmente, uno de los retos sería definir los procesos estratégicos de negociación entre las posibles empresas implicadas, para llevar a cabo una operación de este calibre. Además de la negociación entre empresas, habría que estudiar cómo generar los programas de apoyo a nivel autonómico y estatal, en España. Y cuando el proyecto empezara a estar más maduro, negociar con las autoridades de los posibles países de destino un conjunto de condiciones legales y fiscales que favorecieran dicha implantación. Parece lógico pensar que una implantación en bandada, por su mayor trascendencia económica y social, debería ser capaz de atraer la atención de las autoridades locales, llegando incluso a estimular mejoras en determinadas infraestructuras locales que difícilmente puede generar una empresa que se implante de manera aislada.