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Columna
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Europa tiene un modelo

Estamos emplazados a pronunciarnos en el referéndum convocado el próximo 20 de febrero sobre el tratado por el que se establece una Constitución para Europa. Para la ratificación del texto firmado el 29 de octubre pasado en Roma por los jefes de Estado y de Gobierno hubiera bastado el acuerdo parlamentario, como sucedió con el Tratado de adhesión de España a la UE en junio de 1985 o con los sucesivos Tratados de Maastricht, de Amsterdam y de Niza, que introducían mutaciones en los textos fundacionales. Pero habida cuenta de que el nuevo Tratado de Roma es el resultado de los trabajos de una Convención y de que invoca la Europa de los Estados y de los Pueblos, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se apresuró a proponer un referéndum en pleno consenso con las restantes fuerzas políticas del arco parlamentario con ánimo de ser 'los primeros con Europa'.

Reconózcase al mismo tiempo que si el Gobierno hubiera intentado ahorrarse el referéndum, su convocatoria habría sido exigida con todos los medios de percusión a su alcance por todos los demás grupos parlamentarios y de modo muy especial por el del Partido Popular. Claro que una cosa es exigir el referéndum y decir con la boca pequeña que se está por el 'sí' y otra muy distinta sumarse activamente a la campaña que debe movilizar al cuerpo electoral para que acuda ante las urnas.

Porque en esta cuestión de Europa veníamos de un acuerdo pleno -que estuvo detrás de la presentación de la candidatura de España, de las negociaciones de adhesión, de la ratificación del Tratado y de las posiciones e iniciativas sostenidas por los sucesivos Gobiernos en Bruselas- que en buena medida se ha erosionado.

El PP apenas disimula el entusiasmo con que se prepara a celebrar el déficit de participación en el referéndum sobre la Constitución europea

Algún antecedente hubo de las actuales fracturas cuando por ejemplo Ánsar, entonces líder de la oposición, tildó al presidente González de pedigüeño cuando por iniciativa suya se establecieron los fondos de cohesión en el Consejo Europeo de Edimburgo, año de 1992. Sin atender a cuánto y de qué manera iban esos Fondos a beneficiar a España también durante los Gobiernos peperos, hasta suponer más del 1% de nuestro PIB. Pero los ácidos de la crispación que se impusieron después sobre todo en la segunda legislatura del PP, a partir del entreguismo sumiso a la política de Bush, en Irak o donde fuera, han dejado el poso del sectarismo y la división en todas las áreas, también en la de la UE.

El resultado es que incluso en el País Vasco, donde siempre fueron adelantados del europeísmo, se instaló el desencanto y la duda, de la que apenas ha salido el PNV gracias al impulso de su nuevo presidente, José Jon Imaz, pero sin capacidad de arrastrar por ejemplo a EA y a otras fuerzas colindantes. Y en Cataluña cundieron actitudes contrarias sostenidas por ERC y una fuerza de las características de CiU sigue deshojando la margarita y hablando de condiciones de imposible cumplimiento para situarse a favor. Al final del espectro, los de IU se han puesto estupendos y han tomado posiciones por el 'no'.

Pero lo más grave es la actitud que se va prefigurando con toda claridad en el principal partido de la oposición que apenas disimula el entusiasmo con el que se prepara celebrar el déficit de participación. Los irresponsables de Génova vuelven a las andadas del referéndum de 1986 sobre la permanencia de España en la Alianza Atlántica y, convencidos como están de que el 20 de febrero el 'sí' está garantizado, calculan que cuantos menos acudan a las urnas más deslegitimado quedará quien formula la pregunta, es decir, el presidente del Gobierno.

Entre tanto, el tiempo nos devora y la campaña informativa es desfalleciente porque los partidos políticos carecen de fondos institucionales para los referendos, a diferencia de lo que sucede las elecciones generales, autonómicas y municipales en las que cada sufragio y cada escaño obtiene retribución de los Presupuestos Generales del Estado.

La UE, tendrá sus carencias pero convengamos con Galileo en que eppur si muove y además tiene un modelo social muy superior al darwinismo social de Estados Unidos y al de la sumisión del sudeste asiático. Vale la pena apostar para sostenerlo fuera de la barbarie. Veremos.

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