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Tribuna
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La reforma del IRPF y el tipo único

El autor se incorpora al Debate Abierto en Cinco Días sobre la reforma del IRPF y la implantación de un tipo único. En su opinión, una reforma del impuesto requiere reflexión, tiempo y consenso, y duda de que un IRPF lineal aporte muchas ventajas

Para comenzar, lo primero que conviene preguntarse es por la finalidad primigenia de los impuestos, cuyo pago es una obligación que, a nadie, en principio, le gusta cumplir, aunque aquí se puede aplicar el refrán de el que paga descansa, añadiendo, y el que cobra también. Pues bien, los impuestos sirven, fundamentalmente, para conseguir los ingresos en orden a mantener, y si cabe mejorar, nuestro Estado del Bienestar, cosa que se ha dado en llamar principio 'de suficiencia'.

El IRPF, como el resto de impuestos, debe cumplir también con los principios reconocidos en el artículo 31 de la Constitución: que se contribuya a él según la capacidad económica de cada ciudadano y que esté inspirado en la igualdad y en la progresividad. Además, hay que tener en cuenta que no es éste un impuesto cualquiera, sino uno de los pilares de nuestro sistema fiscal y que afecta a más de 14 millones de declarantes y a un número muy superior de ciudadanos porque, como es sabido, muchos están liberados de la obligación de declarar pero contribuyen por el sistema de retenciones.

El número de tramos de la tarifa no es lo más relevante en una reforma, incluso cuando se plantea la posibilidad de implantar un impuesto lineal

En segundo lugar, podríamos preguntarnos: ¿necesitamos, en estos momentos, reformar en profundidad el IRPF? Creemos que la reforma sería inexcusable si el impuesto no fuera capaz de allegar al Presupuesto ingresos suficientes, si se observaran deficiencias sustanciales en los principios constitucionales antes anunciados o si su actual estructura dificultase el crecimiento económico. También estaría justificada la reforma si el panorama tributario de los países de nuestro entorno hubiese cambiado. Cuestión diferente puede ser que se juzgue necesario introducir retoques técnicos para adaptarse a las conductas de los contribuyentes, subsanar defectos o actualizar cuantías. Una reforma requiere reflexión, tiempo y consenso.

Una tercera pregunta podría ser ¿qué entendemos por reformar el IRPF? Creo que nos estamos refiriendo a cambios sustanciales en la configuración del tributo: impuesto sintético o dual, modificaciones en la tributación del ahorro en general, y del ahorro-previsión en particular, en el tratamiento de las plusvalías, o en el gravamen de las rentas de actividades económicas. No creo que el número de tramos de la tarifa sea lo más relevante en una reforma, incluso cuando se plantea de manera radical la posibilidad de implantar un tipo único, esto es, un IRPF lineal.

Desde luego, en el caso de la reforma que, según todos los indicios, se propone acometer el Gobierno, aún no se puede saber si aquella será en profundidad o sólo consistirá en pequeños ajustes. Las únicas referencias ciertas que podemos extraer son las del programa electoral: elevación significativa del mínimo personal y por hijos, reducción del número de tramos de la tarifa, supresión de dirigismos fiscales, gravamen de las plusvalías con las demás fuentes de renta y actualización del mínimo exento con la inflación. Así, de todo lo anterior, sólo el cambio en el gravamen de las plusvalías supondría una modificación sustancial e, incluso en ese caso, seguramente no sería brusca porque no podemos olvidar lo que hacen nuestros socios de la UE con los que concurrimos.

Sinceramente, con la información de la que disponemos no creo que el tipo único aporte muchas ventajas. Con un tipo único se puede conseguir un impuesto progresivo e incluso alcanzar la suficiencia, si bien, pienso que lo anterior es mucho más difícil de lograr en un impuesto lineal que con una tarifa, aunque sea de tres tramos. Para dotar de progresividad al impuesto lineal habrá que establecer un mínimo exento elevado y unas deducciones significativas, lo que puede ocasionar una posible disminución en la recaudación, por no hablar de la casi segura pérdida de progresividad en los tramos de rentas muy elevadas o de los quebraderos de cabeza que puede tener el legislador si pretende que nadie pierda mientras intenta limitar o eliminar algunas reducciones y deducciones para no perder recaudación. Así se comprende que sólo Islandia se haya atrevido a probar el tipo único.

En definitiva, vamos a debatir sobre lo verdaderamente importante, no se trata de conseguir un impuesto lineal sino un impuesto que cubra las necesidades económicas y sociales de nuestra sociedad.

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