Acertar con el regalo
Para fidelizar a los clientes, motivar a los empleados u optimizar las relaciones con los socios, los regalos de empresa se han convertido en una práctica habitual que, en buena medida, conforma la política de comunicación de las compañías. 'Los regalos ayudan a incrementar la promoción de la buena voluntad y el afianzamiento de las relaciones, siempre que no se tengan objetivos bastardos de manipulación e influencia a través de los favores materiales', señala Gerardo Correas vicepresidente de la Escuela Internacional de Protocolo. En su opinión, éste es un campo bastante delicado porque entran en juego cuestiones personales, sin olvidar que se arriesga la imagen de la empresa -el regalo es también una representación del que lo entrega- pudiendo volverse en contra de la misma algo que, en principio, debería ser 'el lanzamiento de un mensaje positivo'.
No es fácil acertar. Saber qué regalar según el destinatario no siempre se consigue, lo más caro no necesariamente es lo mejor. Por otro lado, aunque se elija un buen regalo, si éste es desproporcionado o se entrega en un momento inoportuno o incluso no existe razón alguna para hacerlo, no causará el efecto buscado. La oportunidad es un elemento muy importante a tener en cuenta, debe existir un motivo claro como, por ejemplo, felicitar la Navidad. También tiene importancia la reciprocidad, sobre todo si se recibe un regalo de un cliente, ya que si no se corresponde con otro la relación se desequilibrará.
Cómo acertar
Saber qué regalar según el destinatario no es fácil, lo más caro no es necesariamente lo mejor
¿Qué regalos no deben hacerse? Por ejemplo, animales, 'salvo que haya mucha confianza y se conozca el deseo de adquirir uno. También son incorrectos los regalos de broma, puesto que pueden provocar sorpresas desagradables. Tampoco se deberán regalar objetos o prendas personales, ni dinero, a excepción de premios o bonificaciones a los empleados. Es correcto obsequiar con productos fabricados por la propia empresa o con aquellos que tengan relación con su actividad o bien con productos típicos de la región donde tiene su sede la compañía', puntualiza Gerardo Correas. Lo cierto es que, en muchas ocasiones, el regalo cumple mejor su objetivo por su originalidad y oportunidad que por su coste. Su valor debe ser razonable. En general, no es adecuado sorprender con objetos carísimos pero tampoco con simples obsequios promocionales. Además, hay que cuidar la forma de presentarlos. El envoltorio es importante, el objeto más delicado presentado de forma incorrecta pierde atractivo. Hacerlo bien implica elegancia e imaginación, que nada tienen que ver con ostentación o extravagancia.
Tan delicado puede ser ofrecer un presente como recibirlo. Si por cualquier motivo (normas de la empresa, demasiado costoso, etc.) resulta inadecuado aceptarlo, es conveniente devolverlo, agradeciendo la atención, pero dando las explicaciones oportunas.
Una características de muchos regalos de empresa es la 'personalización' de los mismos con el logo de la casa. En este caso, 'la categoría del obsequio es inferior', en opinión de Correas. En principio, la función del logo es recordarnos quién ha hecho el regalo, pero sin duda es recomendable situarlo en el lugar más discreto posible para evitar la sensación de propaganda.
La tradición se impone
Aunque los regalos navideños de las empresas han variado, la tradición permanece. Con el paso de los años, la cesta de Navidad sigue siendo uno de los presentes más extendidos en España. Para cumplir con un compromiso, agradecer un año de estrecha relación comercial o premiar el esfuerzo y la labor de la plantilla a lo largo de todo el ejercicio, la cesta sigue siendo la estrella de las fiestas navideñas, un detalle siempre apreciado por quienes lo reciben porque a nadie le amarga un dulce. La oferta es múltiple, desde pequeños estuches navideños, de 100 euros, hasta baúles repletos de los manjares más exquisitos que superan los 2.000 euros.