El placer de volar y sentirse sin gravedad
La compañía norteamericana Zero-G Experience, capitaneada por un ex astronauta del Columbia y patrocinada por el relojero Breitling, organiza, de forma esporádica, vuelos en aviones comerciales llegando a la ausencia de gravedad. ¿Quizá el primer paso antes de las pregonadas vacaciones espaciales?
En Reno, Estado de Nevada, costa oeste de EE UU, a dos horas de Las Vegas, se celebra cada año el festival aéreo acrobático más importante del mundo. Con más de 200.000 espectadores y cerca de medio millar de aviones de todos los tiempos, la fiesta estaba asegurada este año, ya que esta ciudad de casinos y juego incontrolado se encuentra a sólo dos horas de la capital del neón de colores.
Este año la organización del festival ha querido llegar muy lejos al contar con la empresa Zero-G Experience, un grupo de chiflados que sueña con ir al espacio o con emular a los astronautas cuando consiguen gravedad cero. Y precisamente fue eso lo que hizo un grupo de 10 periodistas no gravitar durante más de una hora en el interior de un avión comercial modificado para la ocasión.
La idea, en todo caso, consiste en aproximar las sensaciones de la vida en situación de ingravidez. No, no piensen que el valiente turista experimental se introduce en una máquina o en un simulador bien amarrado al suelo, o en una de esas mareantes centrifugadoras de entrenamiento militar que se ven en algunas películas de aviación. La cuestión es algo más trepidante -aunque también menos exigente desde el punto de vista físico-, pues consiste en subirse a un avión -para más señas, un Boeing 727 convenientemente adaptado-. El aparato alcanza los 32.000 pies en menos de una hora -con un ángulo de ascensión de 45 grados a partir de una altitud de 24.000 pies- para, durante 25 segundos, realizar quince parábolas, o dicho de otro modo, el avión sale y entra de la gravedad de la Tierra con la particularidad de que el pasaje flota en el interior de la aeronave donde se tira agua o bolas y donde los cuerpos flotan como si fuesen peces o aves.
Muy divertido pero siempre que el que lo quiera intentar esté muy preparado física y mentalmente, ya que el ejercicio es inolvidable pero impone. No olvidemos que cada vez que se sale y entra de la gravedad, el peso del cuerpo humano se multiplica por tres, con lo cual hay que extenderse en el suelo acolchado del avión para aguantar bien los cambios de gravedad.
Acto seguido, se inicia una brusca bajada, de nuevo con una inclinación de 45 grados y por espacio de otros 20 segundos, que permite experimentar otras situaciones de ingravidez, similares a las condiciones sobre las superficies de Marte y la Luna.
Al regresar al aeródromo recibimos un diploma que nos acreditaba como el hombre 521 que en la historia de la Tierra ha abandonado la gravedad
El SpaceShipOne de Burt Rutan ya ofrece orbitar en el Espacio, si bien los aproximadamente 100.000 dólares que cuesta a cada pasajero el vuelo quedan lejos de los 3.000 dólares de Zero-G.
Si nuestro bolsillo nos lo permite, es la fórmula perfecta para conocer cómo se sintió Tom Hanks en el rodaje de Apolo 13, y desde luego cómo la NASA entrenó a sus tripulaciones durante más de cuarenta años.
Reno, el santuario de la acrobacia
Dicen que Frank Sinatra quedó prendado de Reno y de sus alrededores -Lago Tahoe-, cuando en 1940 protagonizó Las Vegas Nights. Pero hoy esta extensa urbe es conocida, por cualquier aficionado a la aeronáutica, como la cuna de la acrobacia, un santuario donde cada año se reúnen los mejores profesionales del mundo de la aviación, así como un público entendido que goza con cada despegue, aterrizaje o simplemente con oír rugir los potentes motores de un F14 o un histórico T6.¿Dónde se pueden volver a ver más de una docena de 'jet' (de un a dos millón de dólares) volando en escuadrilla, por encima de la velocidad del sonido, como si fuesen a intervenir en un conflicto? O cerrar los ojos y regresar al pasado con el sonido ensordecedor de las hélices de los Grumman, los Hawker, los Lockheed o los North American Mustang...?