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Banca

Pugna de poder en el último banco de negocios tradicional

Lazard, uno de los últimos bancos de inversión tradicionales fundado en 1848 y aún en manos privadas, saldrá a Bolsa a fines de 2005. O no.

La llegada al parqué de este cuasi aristocrático banco de origen francés está rodeada de malentendidos y batallas por el control de la entidad entre su gestor, Bruce Wasserstein, y su presidente, Michel David-Weill, de 72 años, quien representa a los llamados 'socios capitalistas', que controlan el 36% del capital de Lazard, y es descendiente de sus fundadores.

Los problemas entre ambos revelan un choque de culturas entre la tradición de Lazard, un banco que se precia de estar al discreto lado de grandes compañías, y las demandas del mercado que han hecho que pierda parte de su lustre rápidamente en el ranking frente a titanes como Citigroup o JP Morgan, cada vez más competitivos.

La OPV está pensada para que se resuelvan estos problemas ya que en ella se incluye la salida de los capitalistas algo que permitirá a Wasserstein dar el definitivo golpe de timón en la cultura de la entidad para competir con los grandes en fusiones y en igualdad de condiciones.

Wasserstein ha intentado cambiar el rumbo del banco, con cierto éxito, desde que llegó a su dirección en enero de 2002 contratado por David-Weill. Buscaba a alguien que le sucediera y revitalizara al banco. Y lo está haciendo, pero a su manera (que no es la de David-Weill): abriendo oficinas en Londres, en Nueva York (a veces con extravagancias que no se entienden en París) y garantizando salarios millonarios a unos 40 fichajes, que el banco nunca se había permitido, para competir con los grandes. La llegada de estos banqueros ha permitido que Lazard subiera dos puestos en el ranking de fusiones desde 2001, según Dealogic.

Wasserstein quiere retener y atraer talento con primas y stock options y esto puede ser más fácil estando en el mercado alejado de las presiones de los socios capitalistas que por ahora solo están enfadados y quieren recortes de gastos. El aumento de éstos ha reducido beneficios y no ha habido dividendo especial para ellos en los últimos dos años. En mayo, David-Weill mandó una carta a los socios en la que acusaba a éste de acabar con el valor del banco. Wasserstein defendió su gestión como necesaria para que Lazard fuera rentable.

Los socios capitalistas, que estaban a gusto con la idea de que la entidad se mantuviera en manos privadas, han accedido a la OPV, sobre todo porque los socios que participan en la gestión y controlan en torno del 63%, están de acuerdo con ella. Pero un 'sí' tan a regañadientes no llega sin condiciones. Primero la OPV, de la que apenas se conocen detalles, no supondrá ingresos para Lazard porque los capitalistas quieren que éstos se destinen a comprar sus acciones, a un precio de 1.620 millones de dólares para dejar el banco. En segundo lugar, se le dio a Wasserstein hasta junio de 2005 para culminar la operación. En caso de que no esté lista, tendría que dimitir.

Era una condición envenenada porque era imposible cuadrar la operación y conseguir la aprobación de los reguladores en tan poco tiempo. Lo que deseaba David Weill era echar a Wasserstein. Pero éste se enrocó. Dio las gracias a los socios pero dijo que no se iría antes del vencimiento de su contrato a finales de 2006.

El tira y afloja se ha vuelto a relajar. El lunes ambas partes llegaron a un nuevo pacto por el que se amplía hasta finales de 2005 el plazo para la OPV. Si ésta no sale, Wesserstein se irá como tarde en marzo de 2006. La situación sigue siendo complicada y una colocación así no es fácil. Puede que las intrigas continúen en la casa Lazard.

El futuro incierto de dos multimillonarios

Michel David-Weill aseguraba en una reciente entrevista a The Wall Street Journal que está muy apenado. La perspectiva de perder la influencia sobre el banco que fundaron sus tíos y creció durante los años de la fiebre del oro en EE UU no hace feliz a este multimillonario que a los 72 años ha cambiado sus planes de placentero retiro por el de abanderado de una batalla en nombre de la tradición bancaria.David Weill contrató a Bruce Wasserstein en 2002 con el ánimo de que le sucediera. Ninguna de sus tres hijas había mostrado por interés por el banco y él buscó a Wasserstein quien desde el First Boston se había convertido en un banquero estrella. El americano, desembarcó en la cúspide del banco francés dos años después de vender su propia firma de consultoría Wasserstein, Perella & Co. (fundada con Joseph Perella un compañero en CSFB) a Dresdner Bank por 1.560 millones de dólares.Pero los estilos de ambos eran muy distintos y les hizo chocar prácticamente desde el principio. Puesto que los dos son ya multimillonarios, lo que les separa no es solamente dinero sino un real concepto de filosofía de la banca. Y todo ello tiene que acabar con la salida del uno o del otro.De la forma que se ha orquestado la OPV, es David-Weill quien, dinero en mano, se irá. Pero Wasserstein puede también estar en la cuerda floja si la OPV no se hace en plazo (diciembre de 2005). Su contrato expiraría como tarde en marzo de 2006 y esto es algo que no ayuda a mantener la reputación de dura estrella del mercado bancario.Con la OPV de Lazard, Wasserstein se ha puesto el listón muy alto. Este banco francés dirigido desde París, Londres y Nueva York es una de las pocas entidades que quedan en manos privadas junto con Rothschild. En mayo salió a Bolsa Greenhill & Co. y Shroders vendió su banco de inversión a Citigroup en 2000.Pese a lo atractivo que pueda ser este 'banco boutique' (Wasserstein dice que quiere mantener parte de la tradición) su salida a Bolsa es complicada por que los inversores se plantean su rentabilidad y las dificultades que implica el cambio de cultura. Vender Lazard puede ser duro y con plazo (independientemente de la oportunidad que presenten los mercados) más aún.

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