_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los impuestos y los nacionalistas

La solidaridad interterritorial no queda a la voluntad de las comunidades autónomas, si no que resulta obligada, según el autor. æpermil;ste subraya que, del mismo modo, a título individual es obligatorio el pago de los impuestos para todos los contribuyentes en un sistema tributario justo

Es sobradamente conocido que dos de las características más significadas del impuesto como institución son la obligatoriedad y la ausencia de contraprestación directa. En efecto, los impuestos son una prestación que se regula y se exige sin la voluntariedad del obligado a pagarlos, constituyen una 'imposición'. A su vez, y esa es una nota que les diferencia de las tasas o de las contribuciones especiales, pagar un impuesto no da derecho a una contraprestación directa y concreta para el que lo paga, pues los recursos obtenidos por el sistema impositivo tienen por destino la financiación del gasto público en su conjunto.

Lo expuesto forma parte tanto del contenido doctrinal en las disciplinas de la Teoría de la Hacienda Pública y del Derecho Financiero, como del derecho positivo contenido en la legislación tributaria española y en las de todos los países de nuestro entorno.

El final de la cadena que origina el planteamiento de Carod Rovira consiste en ver a un individuo reclamando que con sus impuestos se financien bienes y servicios que sólo él disfrute

Pues bien, el pasado martes los espectadores de la primera cadena de TVE pudieron ver en el programa de Julia Otero como Carod Rovira, haciendo honor a su condición de nacionalista, pretende reinventarse la realidad deformándola tanto cuanto sea necesario, hasta que aparezca tal como a él le conviene. En este sentido, el hombre fuerte de la coalición nacionalsocialista que gobierna Cataluña volvió a insistir en la exigencia de una balanza fiscal equilibrada para Cataluña, es decir, que el montante de gasto público estatal que reciba dicha comunidad sea igual a la recaudación obtenida en Cataluña por los impuestos estatales.

Si observamos la esencia de la pretensión, ésta consiste en seleccionar a un grupo de contribuyentes, concretamente los residentes en Cataluña, y garantizarles que para ellos sí va a haber contraprestación directa y exacta -al igualar recaudación impositiva y gasto público-, con lo que se quebraría uno de las dos características aludidas de los impuestos.

Claro que quebrado para un grupo de contribuyentes, nada impide que se genere una reacción en cadena, cambiando el criterio de selección y, ya puestos, la provincia de Barcelona reclame tener dos balanzas fiscales equilibradas, una con el Estado y otra con la Generalitat, para que una y otra Administración vengan obligadas a gastarse en la provincia lo que en ella recaudan con sus impuestos. Más aún, los residentes en el barrio barcelonés de Pedralbes podrían exigir disponer de tres balanzas fiscales equilibradas, con el Estado, con la Generalitat de Cataluña y con el Ayuntamiento de Barcelona. El final lógico de la cadena que origina el absurdo planteamiento inicial consiste en la posibilidad de ver a un individuo reclamando que con sus impuestos se financien bienes y servicios que sólo él disfrute.

Planteamientos como el de Carod constituyen un torpedo en la línea de flotación del modelo de Estado Fiscal concebido como aquél que financia sus actividades fundamentalmente con los impuestos. Y debe recordarse que el Estado Fiscal es la experiencia más democrática de modelo de Estado que ha conocido la historia de la humanidad.

Ahora bien, cuando el político nacionalista pretende dar justificación a su planteamiento, argumenta que la solidaridad entre las nacionalidades y regiones de España debe ser decidida voluntariamente por éstas. No es así, toda vez que el artículo 2 de nuestro texto constitucional de 1978 dice que 'La Constitución (...) garantiza (...) la solidaridad entre todas ellas' ( las nacionalidades y regiones). La solidaridad interterritorial no queda a la voluntad de las comunidades, si no que resulta obligada, del mismo modo que a título individual es obligado para los contribuyentes el pago de los impuestos integrados en un sistema tributario justo inspirado en la igualdad y en la progresividad.

El juego articulado de estos principios -solidaridad interterritorial, igualdad, progresividad- hace que, de una parte, los contribuyentes de rentas más altas deban contribuir en mayor proporción que aquellos de menores rentas, y que de otra, las comunidades donde es menor la renta per cápita deban recibir, en términos relativos, mayor volumen de gasto público que aquéllas que tienen un mayor índice de renta por habitante.

En todo caso, no es preocupante ni la existencia de un individuo como Carod Rovira, ni que éste predique sus pretensiones allá por donde vaya. A fin de cuentas en nuestra historia y especialmente en nuestra literatura hay muchos personajes tan pintorescos como Carod. Lo grave es que este político tenga el peso y la influencia que tiene sobre el Gobierno nacionalsocialista de Cataluña, y que utilizando éste como palanca mantenga hipotecado al Gobierno de la nación, presidido, de momento, por Zapatero.

Archivado En

_
_