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Tribuna
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¿Hay burbuja de buen gobierno?

Tengo dos convicciones sobre el buen gobierno: la adecuada conducta empresarial e institucional que refleja este nuevo concepto de reciente acuñación no significa en absoluto que antes no existiera aunque se denominara con otros nombres. En segundo lugar, creo que, sin decir que no haya de existir el buen gobierno, importa, sobre todo, la imagen que se dé del mismo. Tanto como el serlo importa, en este tema, el parecerlo. Creo que existe el buen gobierno de las empresas en general pero que la dificultad de comunicar y persuadir adecuadamente a los accionistas, a los medios y a la sociedad es lo que puede provocar más de un problema de no credibilidad.

La 2ª Comisión Olivencia constató en 2000 que el Código de la 1ª Comisión del mismo nombre publicado en 1998 era considerado por los expertos como 'voluntarismo' y algo poco conocido por los accionistas en general. Como positivo se verificó que todos consideraban vigentes los tres grandes criterios del Código Olivencia: legalidad, autorregulación y transparencia.

En España he conocido en mis años de asesoría de imagen y comunicación empresarial dos problemas, la adaptación al mercado europeo, primero, y la adaptación a la globalización de la economía, últimamente. En estos momentos está plenamente implantado el sistema centrado en las Bolsas de valores, algo difícil de dominar y controlar para la cultura local española e incluso para la mentalidad europea que se basaba de siempre, sobre todo, en un sistema centrado en los bancos y financieras tradicionales.

Tan importante como las variables relativas a los aspectos financieros es la transparencia en la información

La globalización de la economía se da simultáneamente con la globalización de la información progresivamente acelerada por las nuevas tecnologías. La comunicación que se exige a las grandes empresas debe tener en cuenta esta repercusión necesaria global en la inmediatez del tiempo real.

Cualquier sospecha de transgresión de la ley puede producir una alarma inmediata de repercusiones mundiales. La adaptación de las grandes empresas españolas a la globalización de la economía y a la dimensión global de la información hace probable el riesgo de llegar a una situación de crisis de imagen. Personalmente he debido especializarme en la teoría y en la práctica en la comunicación para casos de crisis.

Creo que existe una burbuja del buen gobierno, aunque se deba principalmente al problema que tienen los empresarios de adaptarse, no al presente, sino al futuro y a sus exigencias poco conocidas y bastante imprevisibles, con frecuencia, para quienes no entienden muy bien cómo deba funcionar el buen gobierno en las nuevas coordenadas de la realidad objetiva de la economía y la realidad virtual de la comunicación.

Estoy convencido de que la mayoría de los empresarios españoles poseen un nivel muy alto de honestidad y responsabilidad, se atienen a la ley y tratan de ejercer de la mejor manera posible el autocontrol. Cuando hablo de la burbuja del buen gobierno que pueda existir en España me refiero, sobre todo, a la dificultad de practicar la tercera gran tarea del buen gobierno, la de la transparencia.

Tan importantes como las variables relativas a los aspectos financieros, a la hora de evaluar a una empresa en el ágora mundial de las Bolsas, son la comunicación relativa a la imagen corporativa y a la transparencia en la información.

Dicho de otro modo, si no se puede hablar de una burbuja efectiva, y mucho menos generalizada, del buen gobierno, puede decirse que existen unas circunstancias que hacen propensas a las empresas a situaciones de crisis en las que su imagen puede verse afectada por motivos a veces aparentemente insignificantes y casi siempre inesperados y sorpresivos.

En este sentido metafórico de la salud puede decirse que la burbuja que amenaza al buen gobierno es debida principalmente a la falta de estrategias de prevención que puedan evitar posibles incertidumbres, escándalos o pérdida de credibilidad para las empresas o que, en caso de darse cualquiera de estos perjuicios, puedan activar automáticamente los mecanismos de tratamiento para casos de crisis.

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