Competencia y habilidades directivas
Cada entorno económico requiere cualidades y actitudes diferentes. En la actualidad las funciones del empresario que era a la vez propietario, estratega y gerente, sin perder un ápice de su importancia, tienden a ser necesarias en puestos directivos que hace unas décadas se centraban en tareas muy acotadas, con escasas responsabilidades y ajenas a la toma de decisiones, excepto en un ámbito muy reducido.
Hay una serie de factores externos que requieren contar con conocimientos y actitudes más complejos. Entre otros, hay que mencionar: El aumento de la presión competitiva y el fin de los mercados protegidos; las exigencias crecientes de mercados y clientes maduros que tienen dónde escoger, conocen el valor de su dinero y son conscientes de su capacidad negociadora; una normativa cada vez más compleja que requiere adverar las cuentas, la incidencia medioambiental, la calidad, la prevención de riesgos laborales y otras exigencias adicionales que se imponen a las empresas; una población más educada, personas jóvenes y recién entradas en la empresa que han obtenido títulos universitarios y cursos de posgrado, con conocimiento fluido de idiomas, experiencia de prácticas en otras empresas, algunas incluso realizadas en el extranjero. Y además, expectativas más ambiciosas por parte de todos los estamentos implicados directa e indirectamente en la actividad empresarial, así como de otros que se postulan como stakeholders sin más fundamento que su propia pretensión, y también, en relación con lo anterior, el alto interés de los medios de comunicación por la economía, especialmente en sus facetas controvertidas.
Requisitos para trabajar y prosperar en el marco apuntado serían:
Las funciones del empresario que era a la vez propietario, estratega y gerente tienden a ser necesarias en puestos directivos de la actualidad
Componente empresarial cada vez más elevado en todos los puestos de responsabilidad. Los directivos no pueden limitarse a administrar su parcela en un entorno preestablecido, sino que han de instar a la modificación de procedimientos y actividades, a impulsar la innovación de forma permanente y a aportar su reflexión y sugerencias a la estrategia corporativa.
Profesionalidad que conlleva estar al día del estado del arte de las materias que le conciernen, actuar de acuerdo con niveles elevados de eficiencia, responsabilidad y dedicación sin generar contraposición con otras funciones.
Objetividad en el análisis, realismo en la valoración de medios y posibilidades, sensatez en las propuestas y, en definitiva sentido común (el seny catalán).
Empuje, coraje, y entusiasmo en la acción (lo que en Cataluña se llama rauxa). En otras palabras, conciencia de las propias limitaciones, así como de las posibilidades que da una dedicación intensa.
Exigencias éticas profundas, tanto las que rigen la actividad propia como la ajena. Nadie sigue a un oportunista ni a un hipócrita. Ecuanimidad, reconocimiento del mérito de otros, sensibilidad a las necesidades ajenas y conciencia de sus posibilidades. Voluntad de hacer prosperar a compañeros y a subordinados.
Ejemplo para todo el personal por la vía de una autoexigencia más elevada, destacar por el derroche de esfuerzo, así como por la humildad en valorar la contribución propia. Alardear de méritos descalifica. Esperar que se siga el ejemplo es ingenuo, el ejemplo es necesario pero no es suficiente para hacer cambiar conductas ajenas.
La expresión nobleza obliga, hace referencia a las tareas que uno se marca voluntariamente. Decía don Quijote que no es más quién más tiene sino quien más hace. Cabe añadir que también importa qué y cómo se actúa para dar confianza y transmitir y promover lealtad.
Imaginación, resolutividad y persistencia.
Saber delegar autoridad y dar libertad para que los demás progresen y mantener la responsabilidad, que es indelegable.
Para cerrar lo anterior es preferible hacer todo con respeto a los demás y con buen humor.