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Tribuna
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Iberia-Sepla: un acuerdo histórico

El laudo dictado en 2001 ha servido de base para el acuerdo a que acaban de llegar Iberia y el sindicato de pilotos Sepla en la negociación del convenio colectivo. El autor, que también lo fue de aquella decisión arbitral, analiza los avances en el nuevo marco laboral de la compañía

Acaba de cerrarse un acuerdo, en las negociaciones del VII Convenio Colectivo entre la Compañía Iberia y la sección sindical del Sepla, que aún pendiente de ratificación por parte del conjunto de los pilotos, puede calificarse ya, sin duda, y más si llega a buen puerto, de histórico.

Y creo que es histórico por varios motivos. En primer lugar, porque permite una salida pactada de una situación de cierta 'provisionalidad' en las relaciones laborales de los pilotos con la compañía. Desde 2001, en efecto, ha estado vigente el laudo obligatorio que dicté en mi condición de árbitro designado por el Gobierno para resolver el conflicto planteado aquel año.

El laudo, que mantenía en parte importante el VI Convenio Colectivo, lo modificaba en aspectos también importantes y sentaba una dinámica nueva para unas relaciones laborales hasta entonces muy convulsas, y mucho más basadas en el conflicto que en la colaboración, ha permitido unos años de paz laboral, pero dejaba en todo caso la duda de cómo se produciría, al final de su vigencia, el tránsito a la 'normalidad' en las relaciones laborales del colectivo de pilotos.

Hubiera sido un fracaso de ambas partes de la negociación llegar al final de la vigencia del laudo sin un nuevo marco pactado para sus relaciones. Y ese riesgo se ha conjurado de la mejor manera posible: con un amplio acuerdo, que tendrá que dar lugar, tras los trabajos oportunos, al texto del VII Convenio Colectivo.

En segundo lugar, porque se trata de un convenio que se ha podido negociar (y a ello no es ajena la paz laboral de estos años pasados, para cuyo mantenimiento la Comisión de Resolución de Conflictos que estableció el laudo ha jugado un papel determinante) fuera de un escenario de crisis.

Basta comparar las negociaciones más significativas del sector (Delta. United Airlines, SAS, Alitalia, etcétera), así como las de otros sectores muy importantes (significativamente, el del automóvil) y la dinámica que están teniendo las relaciones laborales en el nuestro y en otros países (el caso de Alemania es particularmente significativo), para comprender que estamos ante una situación excepcional. Se negocia sin el fantasma ni la amenaza de la crisis y por tanto sin la perentoriedad que del mismo suele derivar.

En tercer lugar, ello ha permitido un 'intercambio' que puede constituir un modelo para unas modernas relaciones laborales. Los pilotos obtienen no sólo el mantenimiento, sino la mejora significativa de su poder adquisitivo. Obtienen también una importante garantía del empleo, sobre todo frente a eventuales externalizaciones de la producción o expedientes de regulación de empleo. Y refuerzan la solidaridad interna del colectivo, con un tratamiento más generoso que en el pasado para los pilotos que, antes de la jubilación, sufren restricciones en su actividad derivadas de la normativa de navegación aérea.

A cambio, la empresa obtiene incrementos de productividad y, sobre todo, un marco más flexible para el desarrollo de las actividades productivas (para la programación), que además, evita conflictos futuros de interpretación y elimina por tanto litigiosidad.

El Sepla, tantas veces tachado de corporativo, ha sabido hacer lo que tanto está costando hacer (y los costos al final los pagan los trabajadores) en otros sectores: establecer y gestionar unas razonables condiciones de flexibilidad y adaptabilidad de las actividades productivas, en vez de concebir la acción sindical como dirigida a impedir o dificultar la adopción de las medidas precisas por parte de la empresa, para ponerles un precio o para, en su caso, disponer de un mecanismo para 'estrangular' la producción. Acción sindical que, además, sólo conduciría, hoy por hoy, al fracaso. Quienes piensen que las previsiones en ese sentido de anteriores convenios constituyen un 'tesoro' que hay que preservar a toda costa, corren el riesgo de encontrarse, al abrir el cofre dentro de unos años para usar su contenido, que no hay más que un montón de cenizas.

Y todo este intercambio se produce generando un marco de estabilidad y de seguridad, tanto para la compañía como para los pilotos. Este es un bien tan escaso en estos momentos (y lo va a ser cada vez más, con el avance de la globalización, el endurecimiento de la competencia internacional y el cambio económico y social que avanza sin frenos) que sólo por sí mismo, justificaría el acuerdo alcanzado. Disponer de un panorama despejado y sin incertidumbres a corto plazo, constituye el máximo deseo hoy de empresas y de trabajadores.

Ambas partes obtienen, pues, mucho del acuerdo. Y creo que la sociedad y la economía españolas también. Es un ejemplo de responsabilidad y de altura de miras difícilmente igualable. Por eso, cuando el acuerdo sea aprobado por los pilotos y se llegue al texto del VII Convenio Colectivo, podremos considerar que se abre una nueva página en la historia de la compañía y de nuestras relaciones laborales. Página que resaltará el valor, para unos y para otros, de la colaboración y del esfuerzo compartido y que nos permitirá afrontar con confianza un futuro que no sabemos cómo va a ser pero que desde luego no va a ser fácil.

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