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Tribuna
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La nueva Comisión y el Parlamento Europeo

A pesar de que en estos últimos días han ido sucediéndose acontecimientos de la máxima relevancia (elecciones en EE UU, Irak, Costa de Marfil, muerte de Arafat, firma en Roma de la Constitución Europea, Consejo Europeo de Bruselas), no ha pasado ni mucho menos inadvertida la andadura de la futura Comisión Europea, y la verdad es que ese camino está siendo más que espinoso.

El tratado de Maastricht introdujo importantes novedades respecto del procedimiento anterior en lo que hacía referencia al nombramiento de la Comisión. Este procedimiento, que fue posteriormente modificado por el Tratado de Amsterdam, se desarrolla del siguiente modo: en primer lugar el Consejo Europeo designa al presidente de la Comisión y dicha designación debe ser aprobada por el Parlamento Europeo; en consulta con el nombrado presidente, los Gobiernos de los Estados miembros proceden a designar al resto de los comisarios. Una vez formada así la Comisión, se someterá a una sesión de investidura ante el Parlamento Europeo, que habrá de ratificarla para que pueda ser definitivamente nombrada.

Ocurre, sin embargo, que antes de la investidura colectiva (la Comisión es un órgano colegiado que debe ser investido colectivamente), los comisarios, en principio designados, deben someterse individualmente a una serie de debates y sesiones de control ante los diputados europeos. Es decir, que los comisarios deben examinarse ante los eurodiputados y éstos poner notas. En ese punto surgió el problema, puesto que algunos de los comisarios propuestos no aprobaron el examen.

El italiano Rocco Buttiglione fue rechazado como comisario de Justicia, por calificar a la homosexualidad de inmoral y pecaminosa y por afirmar que las madres solteras no serían nunca un ejemplo para sus hijos; al húngaro Laslo Kovacs, le calificaron pura y simplemente como un incompetente; la letona Ingrida Udre, elegida para Fiscalidad quedó ampliamente cuestionada por ser contraria a la armonización impositiva; a la danesa Marian Fischer, designada para Agricultura, se le echa en cara su participación y la de su marido en múltiples negocios de agricultura, y, finalmente, la holandesa Neelie Kroes, fue declarada no idónea a causa de su presencia en decenas de consejos de Administración de empresas, incompatibles, en consecuencia, con su prevista cartera de competencia.

Con este panorama y con el posicionamiento de los distintos grupos políticos del Parlamento Europeo, se iba acercando la fecha de la investidura (última semana de octubre) y al ya nombrado Presidente Durão Barroso, y no es de extrañar, no le salían las cuentas, se exponía claramente a que la Comisión propuesta no fuese aceptada (investidura) puesto que los grupos políticos, esencialmente el socialista se oponían frontalmente al señor Buttiglione, y los demás comisarios cuestionados eran también un lastre. En esa situación, creo que con buen criterio, Durão Barroso no quiso exponerse a una derrota o a una votación muy ajustada, sinónimo de una Comisión débil, y pidió un aplazamiento para hablar con los distintos grupos y recomponer la situación.

Por fin, la remodelación no ha sido excesivamente traumática y ha sido aceptada por todos a pesar de que el Partido Popular Europeo, el más numeroso de la Cámara, ha puesto cara de póquer. Buttiglione, que renunció, ha sido sustituido por Franco Frattini, y la señora Udre por Andris Piebalgs, no para la cartera de Fiscalidad que será ocupada por el húngaro señor Kovacs, sino para la de Energía. Ayer sí, la Comisión fue investida por el Parlamento en el pleno en Estrasburgo.

El desgranado de situaciones y consensos nos lleva a una importante reflexión. El Parlamento Europeo es ya una institución poderosa, que ha ido evolucionando progresivamente desde la débil Asamblea Parlamentaria de la CECA, CE y Euratom, hasta convertirse en un auténtico Parlamento no sólo desde el punto de vista legislativo sino desde la perspectiva del control político. Antes sólo le quedaba la posibilidad de la moción de censura, ahora, es claro que tiene la última palabra en la admisión del Gobierno de la Unión Europea.

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