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Columna
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De vuelta en América

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero se estrena este fin de semana en San José de Costa Rica, desde donde escribo estas líneas, en su primera Cumbre de la Comunidad Iberoamericana de Naciones. La reunión aprobará el estatuto de la nueva Secretaría General Iberoamericana (Segib) y hará la designación in pectore de Enrique Iglesias para dirigirla a partir de abril, una vez concluyan los compromisos que el candidato indiscutido tiene con el Banco Interamericano de Desarrollo, cuya presidencia desempeña hasta ahora.

Hay consenso en que la fecha de este encuentro ha sido desafortunada por su coincidencia con la Cumbre Asia-Pacífico prevista en Santiago de Chile, lo que acarreará la ausencia del presidente Ricardo Lagos y de su colega brasileño Luis Ignacio Lula. El peruano Alejandro Toledo parece desganado y el portugués, Jorge Sampaio, aduce gripe. Con la rodilla en tierra tampoco vendrá Fidel Castro aunque en estos días de precalentamiento previos ya se han registrado incidentes entre los del exilio y los castristas irreductibles.

Todo serán enseguida lamentos y reproches por los ausentes, pero el paso que va a darse en San José es de extraordinaria relevancia pese a las rebajas introducidas respecto de los acuerdos del año pasado en Santa Cruz de la Sierra, que traen causa de las reticencias cubanas y venezolanas hacia el Gobierno Aznar, y de la actitud de México después de los crecientes desencuentros nacidos de las actuaciones unilaterales del aznarismo reinante.

Ir de la mano de EE UU en América Latina, como con el Gobierno Aznar, elimina los relativos márgenes de autonomía de la política española en el área

Pero en la delegación española, que se ha desplazado por anticipado a San José, se prefiere adoptar una actitud optimista y se confía en que la personalidad del próximo secretario general de la Segib, Enrique Iglesias, y su reconocido prestigio internacional darán enseguida a la nueva institución la fuerza impulsora y el perfil propio que se desea para cambiar la mortecina dinámica de las Cumbres antes de que se celebre la siguiente convocada para noviembre de 2005 en Salamanca.

Entre tanto, si atendiéramos a los análisis del profesor Celestino del Arenal, plasmados en un documento de trabajo del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, aprenderíamos que ir de la mano de Estados Unidos en América Latina, como sucedía con el Gobierno Aznar en los tres últimos años, eliminaba los relativos márgenes de autonomía de la política española en esta área privilegiada de nuestras relaciones exteriores.

En su opinión el alineamiento con la Administración Bush privaba de sentido y utilidad a las Cumbres Iberoamericanas para los participantes, por cuanto la imagen y los intereses de nuestro país en esos encuentros quedaban identificados más con los de Washington que con los de la propia España y los de la Unión Europea.

En definitiva, semejante proceder devaluaba un mecanismo multilateral iberoamericano al que España y Portugal habían tratado de aportar desde su puesta en marcha unas señas de identidad específicas, a las que se renunciaba al comparecer como una mera extensión subsidiaria de los Estados Unidos.

Las Cumbres también se han desnaturalizado en estos últimos años cuando han querido utilizarse para cuestiones nacionales ajenas al conjunto de los países miembros, por muy entrañadas que estuvieran en la agenda española, como la condena a ETA en playa Bábaro en noviembre de 2002.

Y, desde luego, han perdido ambientación periodística, desde que sus reuniones se hacen a puerta cerrada.

Otra cosa es que, convocados por la Asociación de Periodistas Europeos y por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, más de medio centenar de colegas de los países de la UE y de América Latina se hayan reunido también para hacer un examen crítico de su oficio y renovar su compromiso con las reglas de juego democrático. Continuará.

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