Cuando la profecía falla
El imaginario colectivo que rodea la gigantesca fiesta electoral que son las presidenciales estadounidenses está trufado de lugares comunes, de tintes más o menos proféticos, con capacidad de predecir quién va a ser el próximo presidente de la nación más poderosa de la tierra. Una de esas tradiciones inveteradas, oráculo electoral al uso, sostiene que una derrota en año electoral del equipo local de fútbol de la capital federal, el Washington Redskins, es sintomático de que va a producirse una mudanza en la Casa Blanca con relevo de inquilino.
En política es difícil hacer predicciones, e incluso el oráculo más solvente puede fallar, como ha ocurrido en esta ocasión. Todo apunta que lo único que va a renovarse en la política norteamericana van a ser las tradiciones de alcance profético, porque los pieles rojas de Washington perdieron, pero el inquilino de la Casa Blanca salió airoso de las que, probablemente, han sido las presidenciales más abiertas de los últimos tiempos. Y no porque se haya desencadenado una batalla legal para establecer un ganador, como en el anterior duelo Bush-Gore, sino porque hasta el último momento los sondeos no arrojaron un mandato electoral claro.
Las profecías no se cumplen, pero los análisis financieros sí. Wall Street reaccionó con euforia a la reelección de Bush, y produjo un cierto efecto contagio en las Bolsas europeas, como Fráncfort o Madrid. Los mercados de valores gozan de una elevada elasticidad política, y captan al instante, cuando anticipan, los efectos económicos de una decisión política de envergadura.
El desempleo seguirá siendo la asignatura pendiente de la economía de EE UU en la segunda legislatura de Bush
Ahora, Wall Street se ha revelado como un fiel trasunto del programa electoral del partido republicano. Los valores de empresas aeronáuticas, de defensa o farmacéuticas, -aliviadas estas últimas por el fracaso de Kerry y de su promesa de limitar la dispensa de fármacos- registraban valores alcistas. Las biotecnológicas, afectadas por el triunfo del no a la investigación con células madre, cotizaban a la baja. El Dow Jones saludaba con un ascenso de 175 puntos la victoria cada vez más certera de Bush. Incluso el mercado de bonos registraba subidas pese a que le convenía más la política de ajuste fiscal patrocinada por Kerry. Mientras que la renta variable se comportaba como se esperaba ante la expectativa, o promesa republicana, de bajar los impuestos que gravan los dividendos o beneficios empresariales.
Por lo demás, la mayoría republicana en ambas Cámaras, en un país con un legislativo poco permeable a la promiscuidad institucional con el ejecutivo, asegura el programa electoral del presidente reelegido. El consumo seguirá tirando de la economía americana y el desempleo seguirá siendo la asignatura pendiente junto con el abultado déficit fiscal y el desequilibrio de la balanza exterior.
Kerry no supo conjurar a su favor las variables de un proceso electoral complejo. El aumento de participación de unos comicios con un fuerte componente abstencionista, la incorporación en masa de nuevos votantes (el voto virgen ), la ardua batalla cuerpo a cuerpo (ground war), o la focalización de la campaña en Estados clave (Florida, Ohio, Pensilvania), no se han traducido en una ganancia electoral inmediata para el aspirante. La América profunda se ha mantenido fiel a Bush y a su compromiso con la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo, frente a la escasa o poca credibilidad de Kerry.
La política exterior interpretará la misma partitura que en los últimos cuatro años. Israel seguirá beneficiándose de la amistad de su aliado más leal, China veía con malos ojos a un Kerry enfrentado a la deslocalización industrial, Putin ya había apostado por Bush, México seguirá a la expectativa de su poderoso vecino del norte ¿ Y Europa?, confiaba en la vuelta al multilateralismo de la mano del aspirante demócrata.
¿Convenía un cambio en la Casa Blanca? Quizá sí, pero tampoco la alternativa era muy solvente. Kerry sólo comparte con Kennedy sus iniciales (JFK). Ortega decía que ya no hay líderes, sólo quedan masas, y vaticinaba la rebelión de las masas. En EE UU, la democracia de masas por excelencia, Bush ha obtenido la reelección. Diga lo que diga el oráculo de los pieles rojas.