Más madera, es la guerra

A veces, en unas elecciones, es tanto o más importante que el resultado el mensaje que envían los votantes a la clase política. En este sentido, se podría entender que el diálogo que suponen las urnas suponen la principal ventaja de la democracia, dado que los electores no sólo dicen a quién quieren, sino pueden también sugerir qué quieren.

A la vista del primer discurso del reelegido presidente de Estados Unidos, el mensaje que ha recibido en el plano económico Bush se corresponde con una forma de ver las cosas que opta por los árboles en vez del bosque. La determinación de continuar el programa de recortes de impuestos, de reforma de la Seguridad Social en los términos previstos supone una bomba de relojería.

Ha costado, pero en la clase política europea -gracias a la excelente excusa de Maastricht- ha empezado a calar la idea del equilibrio presupuestario. La ruptura del pacto de estabilidad fue una mala noticia, pero la mera existencia de éste hace difícil creer que un político haga bandera de los desmanes fiscales.

No es el caso de Bush. Ha recibido el mensaje de 'más de lo mismo' y parece dispuesto a ponerse manos a la obra incluso en aspectos que, como probablemente sepan sus asesores, convendría moderar las posiciones de campaña. Lo esperable ayer era una clásica ducha fría postelectoral. Una vez tomado el control de la mayoría de resortes del poder político, se plantea a la ciudadanía un escenario económico sobre el que hay que aplicar recetas impopulares: o subir impuestos o recortar gasto. No lo hizo, y probablemente la Bolsa lo celebre. Lógico: siempre prefiere los árboles al bosque.

Sin caer en el catastrofismo -Estados Unidos se puede permitir desequilibrios impensables en otros países- sí es cierto que el Ejecutivo que tome posesión en enero cometería una irresponsabilidad si pretende pasar cuatro años sin poner coto al déficit presupuestario, exterior o a la baja tasa de ahorro. Tiene tiempo y margen de maniobra. Ojalá no le falte determinación.